A este lado de un desengaño
Yo perdí la oportunidad de ser ecuánime en
esta historia, mis perjuicios, mi educación chapada a la antigua, mi edad, que
posiblemente me ancla en valores que ahora se tachan de arcaicos. Precipitadamente
me quité de en medio, no sé, tal vez también la cobardía de tener que
posicionarme y opté por la más fácil. Por aquella que todos apoyaban dejando de
lado a quien había desafiado a todos y ahora se me presentaba como una
desconocida, su cambio tan radical me lastimaba más por ella. Yo solo era un
amigo, un conocido, un pariente allegado. Podría pensar que los comentarios
maliciosos, no le iban afectarle y no se iba a dejar vencer pero sin duda su
huella indeleble quedaría marcada para siempre.
Si debí escuchar su versión, si debí ser
menos intolerante, no haber tirado de perjuicios de un pensamiento ya formado
que rechazaría cualquier defensa que ella me hubiese planteado. Cierto es que
no lo tenía fácil. La verdad es que me siento satisfecho conmigo mismo. Hice lo
que tenía que hacer.
Llevaba treinta años de casada, tan solo
hacía dos semanas había firmado junto con su marido en bienes gananciales la
compra de una casa.
Una casa, la casa que suponía el sueño de
ambos. En un barrio residencial, una casa de dos plantas con cuatro dormitorios
dos baños, un enorme salón con chimenea que encenderían las frías noche de
invierno, un sótano que equiparían como bodega y lugar para reunirse con los
amigos, igualmente tenía un enorme patio en cual pondrían una piscina, hasta
una mesa de ping pong, y una barbacoa. ¡Sus sueños estaban más cerca!
La hipoteca no suponía una pesada carga
para su desahogada economía y solo el tiempo de duración de la misma que
parecía mucho, ellos sabían que se vería acortado si el negocio que ambos
regentaban seguía por el cauce que hasta ahora tenía.
¡Muy malas tendrían que venir las cosas
para perder ésta oportunidad de hacernos con esta casa! Decía su marido cuando
tomaron la decisión de asumir la deuda. Incluso machaconamente le reiteraba a
ella si estaba de acuerdo y lo veía tan claro como él.
Por supuesto ella lo apoyaba y estuvo de
acuerdo, realizando todos los tramites hasta tener las llaves de la propiedad
en sus manos.
Instalándose en su nueva casa. Tan solo dos
semanas más tarde de haber firmado la hipoteca, habiéndose descapitalizado
hasta lo permitido para no quedarse sin efectivo para hacer frente a las
necesidades de su negocio, satisfaciendo una importante entrada mediante un
pago en cheque al vendedor y el resto en transferencia bancaria por importe del
resto equivalente a la hipoteca contraída. En esa precaria situación económica
que con el trabajo de ambos pronto remontaría, ella decide divorciarse.
-Quiero el divorcio.
-¿Por qué? Preguntó su marido. ¿Por qué ahora?
-Porque…. porque de pronto se dio cuenta
que no sabía que responder.
La verdadera razón se nos presentaría a
todos tan cruelmente que a mi particularmente me obnubilaron mis pensamientos y
por ello cuando ella unos días más tarde cuando la separación seguía sus
trámites, me dijo:
-Treinta años entrando en la casa ¿y no me
has preguntado mi versión?
Me cogió tan de sopetón tan escaso de
recursos dialecticos, porque además en tan poco tiempo pasado se pavoneaba con
un sujeto de aspecto chulesco, un embaucador, un tipo duro, taimado que gastaba
dinero a manos llenas sin que se le conociera ninguna fuente de ingresos que
justificara tal derroche. No entendía porque
aquella mujer que se comportaba como ninguna mujer casada debe hacerlo.
No, no conocía ahora a esa mujer dura y
desalmada que desafiaba las opiniones de todos, quizás no cayendo en la cuenta
que no solo perdía su decencia sino que su moralidad la empujaba hacia un
abismo.
Quizás debí escuchar su versión pero no
puede evitarlo, me salió desde dentro no lo había pensado, sé que digo lo que
siento y no pienso lo digo, a veces me ha acarreado muchos problemas, pero como
decía al principio la gente hace lo que tiene que hacer. Por eso le solté de
sopetón, que para mí estaba deslegitimada, su versión era de dudosa verdad.
Solo me dijo que si pensaba que lo que
buscaba era quedarse con la casa. Respondí que lo parecía, más tarde se vería
que ese era su objetivo.
No hablé más, me afectaba muchísimo por los
dos, ambos eran además de familia amigos. ¿Debí preguntarle por su amante? ¿Tan
pronto?, no podía creerlo deberían llevar mucho tiempo antes, ¿debí decirle y
soltarle todos los comentarios que aquí y allá oía y chirriaban en mi oídos,
"degenerada, mujeriega, tarambana, disoluta, viciosa, depravada, sinvergüenza,
perdularia"? Ella por su comportamiento no parecía querer acallar tan
sañudos comentarios, sino más bien seguir dando pábulo a los mismos. Y su
mirada desafiante solo me hizo repetirle varias veces. ¡Lo siento para mí estás
deslegitimada no creo que tu versión vaya a cambiar la maldad de tu
actuaciones!
Llegados a este punto ¿qué pinto yo en toda
esta historia, la curiosidad, el morbo, el ser un allegado de ambos litigantes?
Porque ¿qué otra cosa pudiera hacerme
sentir tan dolorosamente este vodevil? Por un lado el papel de ella que he
descrito quizás con la inconciencia de no haber escuchado su versión dejándome
llevar solo por mis perjuicios o la valoración de los hechos desde un punto de
vista muy particular e interesado y taimado. ¡Quizás!
Por otro lado el papel del esposo no
acabando de entender porque se veía derrumbado, un pardillo tímido, nervioso,
avergonzado. Tratado indulgentemente por ese hombre más joven, tan seguro de sí
mismo, tan abominablemente charlatán, un tipo duro. ¿Miedo?
La vida es un tren de desilusiones y desde
luego el tren de él parecía que todos los vagones iban llenos de desengaños.
Sí, no solo fue su mujer que con este
tremendo varapalo lo dejaba en la estacada, emocional y económica, esta última
ahora no la veía venir pero tendría unas consecuencias imprevisibles tanto para
ellos como sus hijos.
Creo en mi modesta opinión que debió
decirles a sus hijos la reflexión que en los primeros días de este drama
sobrevenido me dijo. Lo soltó así de pronto como si le ahogara en su pecho, ya
iba viendo las consecuencias, que le acarrearía del divorcio.
El abogado de su esposa pedía que fuera
ella quien se quedara en la casa, pedía manutención por los cuatro hijos,
traspasar el negocio ya que indudablemente no podían seguir trabajando juntos.
Lo dijo con voz tenue casi apagada a mí me
sonó brutal, realista y desgarrador: "Hemos pasado de ser una familia a
que vosotros hijos míos, seáis una carga".
No supe que decir ni como consolar esa pena
que le ahogaba.
¡Sus amigos!, ¿Qué decían de todo esto?
Estos ocupaban un vagón que debió
desengancharlo de su vida hace mucho tiempo, pero a veces nos dejamos engañar o
creemos que un regalo, una comida en casa, o fuera, el no tener casi intimidad
estar siempre en tu casa les hace más amigos que aquellos que ves
esporádicamente, en definitiva nos vendemos quizás por tan poco. Siempre he
dicho que lo malo no es venderse sino no conocer tu precio. ¡Ah, puedo estar
equivocado! Volvamos a esos amigos, eran amigos comunes, pero se posicionaron
de una parte, de parte de ella.
No, no lo estoy reprochando ¿acaso yo no
había tomado el decantarme de parte de él? La diferencia está en que yo no la
violentaba, no forzaba situaciones que pudieran comprometerla ni mucho menos
encubría su felonía sabiendo que la relación con aquel tipo venía de tiempo
atrás. Tampoco la alentaba para denunciarla aun sabiendo que dicha denuncia era
falsa y tenía pocos visos de prosperar, aun así lo intentaron, como digo, sin
éxito, no había ningún acto reprobable de él aquella mañana en que la policía
se presentó en su negocio que pudiera ser delictivo, es más él no estaba cuando
llegaron pero si estaba ella arropada por su amante y aquellos que habían sido
amigos de los dos. Bueno ya no queda tan claro que fueran amigos de él. Son alimañas
pensarán seguir obteniendo un beneficio posicionándose a favor de quien parece
en principio va a obtener mayor rédito de la ruptura. Son cobardes, ahora solo
acuden al local comercial donde regentan el negocio solo cuando él no está.
Sí, siguen estando juntos en el negocio, en
la casa, es muy doloroso, al menos para él y sobre todo muy temerario por su
parte porque las sempiternas provocaciones que le hacen me temo que tendrán un
mal final.
Acaso ustedes no lo ven así, perdonen que
me dirija a vosotros lectores es que espero estar equivocado pero ¿por qué si no va el tipo éste a recoger a ella al
terminar la mañana para llevársela a comer juntos? A cuento de que, le envía
flores al trabajo todas las semanas. ¿Se puede ningunear al marido poniéndolo en
esa situación de mansedumbre tan vil? ¿O esperan los dos que por fin pierda los
papeles y eche por alto su reputación, su saber estar y su comportamiento ético
y de honradez intachable que hasta ahora ha sido su carta de presentación a la
sociedad?
¿Cuánto más tiene que pasar? ¿Cuándo
abrirán los ojos sus hijos?
¡Ah sus hijos!, que desilusión, que
desengaño que tristeza para un padre verse abandonado, en estos momentos tan
amargos de la vida, también por ellos. Que amargura sentirse engañado y
abandonado. Sí, engañado y abandonado.
Él que en otro momento de su vida lo
sacrificó todo por ellos. (Pero eso es otra historia que algún día les
contaré). Ahora solo creerían que estoy echando más leña al fuego para
deshonrar la imagen de la "señora". Perdón, ¿señora?, quizás sea un
tratamiento que no merece, mujer a secas, ha quedado claro que los hechos
narrados ilustran a tan ignominiosa dama.
¡Los hijos! Sabemos los padres, que los
hijos son egoístas, y lo sabemos de buena tinta porque hemos sido hijos. Solo
hasta que somos padres no sabemos lo que significa amar a un hijo, no es solo
abrazarlo, besarlo, consolarlo, estar atento a sus necesidades de sueño y
alimentación es hablarle, es reprenderle también. ¡Quizás hemos descuidado está
última fase! En estos tiempos en que los padres tratamos a los hijos como si
fueran colegas. Pero esto es otro tema que ahora no viene al caso.
Solo cuando eres padre, es cuando te
sientes vulnerable, tienes miedo. Miedo que vences porque no tienes más opción
que hacerlo bien, que puedes con todo lo que venga por y para tus hijos.
La mañana que descubrió que le habían
engañado, se sintió vulnerable. No debió contármelo, no debió confiar tanto en
mí, quizás me consideraba como un hermano mayor, pero yo no era su hermano, era
un familiar allegado como está ahora de moda decir, pero sobre todo era un
completo desconocido para él al igual que él lo era para mí. Se podía contar
con los dedos de la mano la veces que habíamos estado juntos fuera del ámbito
familiar, por ello más tarde cuando reflexioné me dolió el comentario que le
hice y que no me atrevo a reproducir aquí por soez y poco literario, pero la
verdad una vez me salió sin pensarlo, digo lo que siento pero no pienso lo que
digo. Sé que solo torció el gesto pero no dijo nada, fue brutal por mi parte
pero no sé, si me arrepiento o no.
Me contó cómo tramaron para engañarle, para
mentirle y dejarle solo en la Navidad. Él intuía que pasaría la fiestas solo,
quizás con sus niños como él los llamaba "sus niños", me chirrió y me
dolió tanto como habían urdido para engañarle, unos poniéndose de perfil y
otros dejándose comprar por los regalos que iban a recibir del tipo que ahora
consolaba a su madre mientras su padre pasaba estas entrañables fiestas solo,
abandonado y sobre todo con una mentira tan burda para ocultar que se iba con
él a pasar la Navidad fuera del estado. La taza de café que sostenía en su mano
quedó a medio camino entre la mesa y su boca, tuvo que dolerle pero no dijo
nada a mi comentario vulgar y soez: "mis niños", tus niños tienen los
huevos negros y a tus niñas le caben veinte centímetros.
Sí, me pasé. Lo reconozco, pero estas
alturas yo estaba indignado.
Habían pasado las vacaciones de Navidad, y
aún no había vuelto del viaje, sus hijas le decían que estaba su madre con
ellas, su hijos no aparecieron por casa con la excusa de preparar los exámenes,
una forma de quitarse de en medio y no responder a las preguntas que obviamente
su padre les haría sobre el comportamiento de su madre.
Él supo que había sido engañado, quizás lo
sabía, sabía que ella se dejaría deslumbrar por ese tipo que la llevaría en
avión, le haría pasar una Navidad como antaño ellos habían soñado pero que
habían postergado siempre priorizando aquello que soñaban tener y que cada vez
con el sacrificio del trabajo de ambos conseguirían. Sí, sabía que estaría con
él pero no se le pasó por la cabeza que su hijas le engañaran diciéndole que
estaba con ellas y ellas embaucadas, seducidas por un viaje, suculentos regalos
y otras naderías vendieran con una traición a su padre.
Fue cruel también como supo donde estaba su
mujer, pues seguía siéndolo, solo habían pasado dos meses desde que le pidiera
el divorcio y éste aún no se había producido.
A veces las personas hacen el mal a
sabiendas por un acto libre de voluntad o quizás están habilitadas por una
fuerza externa. Era una clienta habitual de la tienda y parecía que hasta había
madrugado, puesto que nada más abrir llegó toda azorada, para contarle con
certeza que su mujer se había ido a pasar la Navidad fuera con su amante.
Él tartamudeo, quiso excusarla, e incluso
negar lo de amante, pero era evidente si estaba casada y estaba en coyunda con
otro tipo evidentemente era su amante. Más tarde se alegró de que la clienta no
supiera que también se había llevado a sus hijas. En los pueblos, las
habladurías nunca sabes lo que es verdad o es mentira.
Llegué tarde, me había llamado para que le
hiciese compañía en la tienda, últimamente las provocaciones iban a más y temía
por ello, le había visto más envejecido, más cansado y triste la tarde del
domingo que se quedó dormido cuando me pidió si podía ir a casa a comer, su
soledad era cruel. Su abogada parecía dilatar el tiempo y no llegar a concretar
nada con el abogado de ella, y solo obtener rédito de suculentos honorarios que
le cobraba. Otra desilusión que se había enganchado al tren que ahora era su
dramática vida.
Dije a la policía lo que oí, no los veía
estaban en la trastienda y no debieron oírme entrar. Oí la voz de él: "Maldita seas, te di la vida entera,
eres una oportunista eso es lo que eres. Me desilusionas no sé cómo he confiado
en ti todos estos años".
-Ella respondió: "No me insultes, que
te puede costar caro. Voy a por ti. Yo soy feliz. Más feliz que nunca, sin duda
afronto una situación difícil, pero resolveré el problema".
- ¿Cómo pavoneándote por el pueblo
desafiante? Dijo él.
-No, no me siento culpable. Supongo que
debería experimentar cierto sentimiento de vergüenza. Pero no es así.
-Te equivocas ¿crees que nunca te has visto
tan feliz como ahora? Quizás deseas castigar a alguien, o tal vez a ti misma.
Quizás tu edad, o tus hijos, o que sé yo, esas tonterías que últimamente se te
habían metido en la cabeza de que aún eras joven y merecías conocer otra vida,
ser feliz.
Tras unos segundos de silencio, oí el disparo
y el grito de ella corrí a la trastienda, él yacía en suelo en un enorme chaco
de sangre.
Cerraron el caso, determinaron que fue un
suicidio dijeron.
Vi el cadáver el orificio de entrada del
proyectil estaba en el lado derecho yo solo sé que él era zurdo.
Ha pasado tanto tiempo, yo ando perdido,
oigo sirenas quizás vienen por mí. He girado el vaso que tengo en mi mano y
acabo de tragarme de un golpe el contenido.
Cierro fuertemente los ojos y lo veo, veo
como ella ponía la pistola en la mano de él, vi como un tipo salía por la
puerta de la trastienda que da a un patio. No sé si es solo un sueño. Me duele
la cabeza, y necesito otra copa. Se diría que me la he ganado necesito beber.
Otro, sírvame otro
¡Quizás no deba servirle más señor!
Me ha llamado señor, iba a contestarle
¡vete al carajo!
Le he mirado a los ojos, quizás solo lo he
hecho como método de distracción, he tenido el tiempo suficiente de alargar mi
brazo y coger la botella de coñac con las que llenaba mi copa, ésta está casi
llena, de esta botella solo me ha servido una copa. Todas las anteriores que me
he tomado han acabado la botella vacía que ahora tiene en su mano en tono
amenazante ordenándome que suelte la botella.
Déjame en paz muchacho, una vez vi un
hombre asesinado. No querrás ser tú el próximo que vea.
Bebo de un solo trago el contenido de la
botella. He perdido el conocimiento.
Me he despertado en el calabozo, me duele
la cabeza, grito, grito hasta desgañitarme, era zurdo, joder, era zurdo, no
pudo suicidarse, malditos seáis todos. No lo recordaba, ahora sí, lo recuerdo
todo.
Me duele la cabeza, una frase se repite
machaconamente en mi celebro: "la vida es una experiencia muy amarga, a
este lado de un desengaño". Necesito una copa. Yo solo necesito beber.