CHARLAS CON DON JUAN VALERA (LIBRO)

PRÓLOGO

En la Revista Cabra, culta y poética, a lo largo del año 2024, mes a mes han ido apareciendo unos artículos que elabora Antonio Fernández Álvarez, editor de la misma, con el sugerente título de “Charlas con Don Juan Valera”. 

Es un particular modo de contarnos de una manera muy breve la vida y obra de nuestro ilustre paisano Don Juan Valera. Lo hace trasladándonos a los lectores a unas supuestas conversaciones que mantiene con su efigie que se halla en la glorieta del Parque Alcántara Romero.

La única pretensión es honrar la memoria de don Juan y  homenajear con la solemnidad que se merece y conmemorar el doscientos aniversario del  nacimiento del ilustre novelista. 



Capítulo I

Enero/24

“Don Juan Valera, un donjuán hasta en su senectud”. 

Esta mañana venía de Centro de Salud, y para llegar a casa  en vez de bordearlo, pasé por el interior del Parque Alcántara Romero, al llegar a la glorieta de Don Juan Valera lamenté que no existiera el arrearte que circundaba el monumento cuando se inauguró en 1927.

Ahora solo vemos flores junto a la efigie de don Juan Valera, cuando se realiza la ofrenda floral con motivo del día de San Juan y la tradicional entrega del premio literario creado en su honor.


La soledad de la efigie, me recordó que antiguamente incluso había una biblioteca, donde se decía que se guardaban los libros de don Juan Valera. Y no pude abstraerme de saludar a tan Ilustre paisano.

-Buenos días don Juan, perdone mi atrevimiento, ¿podría conversar con usted, si no tiene inconveniente?

-Dígame joven, ¿nos conocemos?

-No, no me no conoce dado que usted es de una época anterior a la mía.

-¿Entonces como sabe usted quién soy yo?

-Porque usted es el personaje más famoso de nuestro pueblo y sigue siéndolo.

-No sea exagerado joven, Cabra la antigua Egabrum en la época de los romanos, es antiquísima, tanto que se atribuye su fundación a los lúrdalos. ¿Sabes que su nombre más antiguo que se conoce es griego? Era Aigagros, que significa cabra montés.

Desde tiempo tan lejano, Cabra ha dado no solo hombres ilustres sino también Santos mártires, tantos que nos ocuparía muchas horas de conversación hablar de todos ellos.

Por ejemplo, mi tío Dionisio Alcalá Galiano que nació el 8 de octubre de 1760 y murió por su heroica actuación al mando del navío de línea Bahama, el 22 de julio de 1789 en la batalla de Trafalgar. Por este triste acontecimiento, además de ser un destacado marino, cartógrafo, militar y científico español, brigadier de la Real Armada Española, le correspondería esa categoría de personaje más famoso. No llegué a conocerlo ya que yo nací el lunes 18 de octubre de 1824.




Dionisio Alcalá-Galiano

-Vaya, a las primeras de cambio hablando con usted y ya puedo ratificar lo que se dice de su persona que fue uno de los españoles más cultos de su época, y propietario de una portentosa memoria. Ciertamente Cabra ha sido cuna de hombres notables, que fueron honra de su tiempo y orgullo de su raza. Pero usted es uno de los hijos más ilustres por ser un eminente literato.

-¿Eso dicen de mí?

-Bueno, y muchos elogios más como que usted hablaba, leía y escribía el francés, el italiano, el inglés y el alemán. Además que como escritor cultivó todos los géneros literarios, epistolar, periodístico, poesía, cuento, novela… llegando a ser miembro de la Real Academia Española desde 1862. La verdad es que es sorprendente su trayectoria, ya que no solo se dedicó a la literatura y a la ciencia literaria, fue director de periódico, político llegando a ser diputado a Cortes, Secretario del Congreso y su carrera como diplomático le llevó a ser embajador de España lo que le llevó a conocer algunas de las principales ciudades y capitales de Europa y América: San Petersburgo, Lisboa, Río de Janeiro, Nápoles, Washington, París y Viena.

Aunque también desde un punto de vista más mundano, dicen que a usted de joven le llamaban Juanito, pero llevaba ya camino de ser un donjuán, y muy pronto cuando solo contaba con veinticuatro años se enamoró de la marquesa de Bedmar Lucía Palladi a la que conoció cuando estaba de agregado sin sueldo en la Embajada del duque de Rivas, en Nápoles.

-¿Eso hablan? Bueno, yo siempre recordaré a esa señora que era una mujer madura cuando yo la conocí, pues era mayor que yo, con cariño y agradecimiento. Ella era una mujer muy culta, me empujó a estudiar griego. Y puedo asegurar que no cedió a mis deseos físicos con ella. ¿Sabes que le llamaban “la griega” y también por su extremada palidez, “La muerta”?

-Tres años más tarde cuando le asciendan a Secretario de la Legación Brasileña cuentan que disfrutó de los encantos de cierta Baronesa, muy experimentada.

-Calle, joven, calle solo son chismes.

-¿Y qué me dice de Magdalena Brohan?

-Eso fue cinco años después, en 1856, fui nombrado Secretario de la Misión Extraordinaria en Rusia del Gran Duque de Osuna. Yo tenía ya treinta años y ella veinticuatro, era francesa, actriz, divorciada y muy hermosa. Me enamoré, pero también aprendí con ella que, para el hombre enamorado, una mujer puede suponer el infierno o el paraíso.

-Pero lo suyo con las mujeres fue un no parar, hasta cuatro pretendientes tenía para una posible boda, Rafaelita, Magdalena Burgos, Carmela Castro y “la de París”. Pero acaba casándose a  finales de 1867, en París con Dolores Delavat, hija de un antiguo jefe.


Esposa de don Juan Valera

Dolores Delavat, esposa de don Juan Valera


Hijos de don Juan Valera


Carlos Valera (†)  
Luis Valera


Carmen Valera Delevat

-Cierto, tuvimos tres hijos, Carlos, Luis y Carmen; pero no fui feliz, por conveniencia social seguimos juntos pero nuestra vida en común era una separación de hecho disimulada.

-Cumplidos sesenta años, que para su época eran muchos usted seguía levantando pasiones, cuentan que estando de ministro Plenipotenciario en Washington, una joven, Katherine Bayard, hija del Secretario de Estado norteamericano Thomas Francis, Bayard,  se sintió profundamente enamorada y frustrada por usted. La diferencia de edad era notoria, quizás por ello aun cuando lo sentimientos hacia usted eran muy claros los de usted hacia ella solo eran conjeturas.

-Qué pena de joven el 13 de enero de 1886 recibí la orden de que me trasladaban a Bruselas, y tres días después, Katherine se suicidó, yo por mi edad cierto es que no quise comprometerme. No porque fuera un donjuán como usted menciona que se dice de mí.

-Perdone Don Juan, hemos hablado de su vida amorosa, chismes como usted dice, ciertamente a mí me interesa más conocer al literato, me da hasta vergüenza comentárselo a usted yo también escribo.

-¿Vergüenza, por qué?

-Don Juan es que decirle que yo escribo, parece una osadía por mi parte como si pretendiera compararme, menos mal que usted no puede leerme porque seguro que se reiría a carcajadas o seguro que haría una de sus bromas con mi seudónimo.

-¿Utiliza un seudónimo?

-Sí, escribidor de sueños. Y le vendría genial para decirme que eliminara “de sueños” y en adelante utilizase el seudónimo de: escribidor “de tres al cuarto”.

-Ande, hombre no sea modesto. Lea mucho, estudie mucho y esfuércese más. Pero siga adelante con sus sueños.

-Gracias, es usted muy amable, no parece aquel hombre en el que sus chanzas eran notorias, me contaron una que se ha hecho famosísima, y es que en una ocasión siendo usted diputado por Córdoba, creo que allá por el año 1871, dirigiendo un discurso en la Cámara Alta, en el transcurso del mismo pronunció el nombre del escritor inglés Shakespeare. Pero tal cual se lee en español, y esto provocó las risas de varios senadores.

Usted, todo elegancia, hizo un inciso en su discurso y disculpándose dijo: “Perdón, señores; creí que no sabían inglés”. Y prosiguió su discurso en inglés, dejando a sus señorías avergonzados  y sin entender el resto de sus palabras.

¡Hala! se me ha hecho tardísimo, pero no querría marcharme sin hacerle una pregunta, por la que mencianos y egabrenses a veces discutimos.

-¿Dígame joven?

-¿Donde nació usted, en Doña Mencía o en Cabra?

-Nací en Cabra (Córdoba) como ya le dije anteriormente el día 18 de octubre de 1824, y fui bautizado en la Iglesia de la Asunción y Ángeles. Mi madre María Dolores Alcalá-Galiano era viuda cuando se casó con mi padre. Su primer marido  el brigadier suizo Santiago Feüller con que tuvo dos hijos, murió en Salamanca. Así pues mi madre regresó a su ciudad natal Écija y posteriormente se vino a Cabra a la casa de su madre, casa donde hoy se halla el actual conservatorio Isaac Albéniz. Mi padre Don José Valera y Viaña era natural de Doña Mencía y tenía un caserón que hacía esquina a las calles Llana y Vuelta del Sacramento. A principios el siglo XIX estaba prácticamente en estado de ruina.

Visto lo cual todos tienen una parte de razón, nací en Cabra y en Doña Mencía donde pasaba largas temporadas reflejé en mis obras literarias más relevantes como “Juanita la Larga”, “Las Ilusiones del Doctor Faustino”, “El cautivo de Doña Mencía”, “El Bermejino prehistórico”, “La Cordobesa” o el “Comendador Mendoza”, los lugares  y personajes de esa bonita Localidad Andaluza que debe su nombre a Mencía López de Haro, esposa del capitán Álvaro Pérez de Castro. Pero eso es otra historia que ya le contaré algún día.

-Lo siento muchísimo ya me tengo que ir. Usted aquí tiene tiempo de esperarme, permítame que pase en otro momento.

-Pase cuando quiera joven, no me voy a mover de aquí. Ja,ja,ja.


Fotos de joven de don Juan Valera 


 

Casa nata de don Juan Valera, actual Conservatorio Elemental de Música


Capítulo II

Febrero/24 

Don Juan Valera. En clave literaria

-Buenos días don Juan, he compartido en mi revista Cabra, culta y poética la conversación que días pasados mantuve con usted, espero que no le moleste, lo he creído oportuno dado que este año conmemoraremos el ducentésimo (doscientos) aniversario de su nacimiento y yo modestamente quisiera reivindicar su vida, y avatares como escritor y político, aunque ya es harto conocida su historia, sus obras y todo lo referente a su figura. Quizás quien más haya dado a conocer toda su biografía, sus libros, y hasta gran parte de su epistolario, por su labor investigadora fue Doña Matilde Galera. Esta señora, profesora de literatura de nuestro instituto Aguilar y Eslava fue una de las más profundas conocedoras de la vida y obra de usted, su libro “Juan Valera político” es de imprescindible lectura.

-Buenos días joven, ¿y cómo ha titulado esa primera conversación que tuvimos?, recuerde que si quiere que le lean, un buen título es el comienzo para enganchar a los lectores.

-Don Juan, no sé si a usted le hará mucha gracia, pero la verdad es que como principalmente hablamos de su vida mundana y gran parte de la charla se derivó a su relación con las mujeres que de un modo u otro tuvieron relación con usted, he de decirle que hasta yo mismo me sorprendí cuando se me ocurrió el título: “Don Juan Valera, un donjuán hasta en su senectud”.

-Joven, tendrá que leerme el relato aunque creo que por lo poco que le voy conociendo no creo que haya cargado las tintas en un relato que más pareciera de esos que ahora le llaman prensa rosa.

-Ni por un momento piense eso don Juan, muy al contrario creo retratarle como todo un señor, un caballero, que lo fue, además tan cultísimo para su época, no era de extrañar que causara pasión en las damas con las que trató. Pero permítame que hoy hablemos de sus obras.

-¿Qué quiere saber, joven?

-Don Juan, muchos estudiosos de su obra literaria, no llegan a una conclusión convincente a la hora de clasificarla. Realismo, naturalismo, novela de tesis, novela psicológica, costumbrismo… En conclusión usted hizo un género de novela en libertad, sin ataduras a cánones.

-Joven, recuerde que en el prólogo de una edición de mi novela Pepita Jiménez que se hizo en inglés, creo que fue en Appleton en 1886 afirmé: “Mi novela es, por la forma y por el fondo, de lo más castizo y propio nuestro que puede concebirse. Su valor, dado que le tenga, estriba en el lenguaje y en el estilo, y no en las aventuras, que son las que ocurren a cada paso; ni en el enredo, harto sencillo o casi nulo.”


-Quiere usted decir con esto que se esforzó en usar un lenguaje sencillo y puro.

-Mire joven, en cualquier época hay un estilo de convención, un enjambre de frases hechas. Para escribir con estilo propio, es menester desechar esta manera, ser uno mismo. El que logre serlo escribiendo, ese será original, diga lo que diga.

-Don Juan, ¿cuál cree usted que fue el motivo para que un sector de la crítica a finales de 1856, no acabara reconociéndole como un escritor de mérito?

-Mi amigo y jefe Leopoldo Augusto de Cueto, subsecretario de Estado, publicó extractos de las largas y fascinantes cartas que yo le enviara desde San Petersburgo en donde me encontraba como secretario del flamante conde de Osuna en una misión diplomática en Rusia. En ellas contaba muchos detalles sobre la vida social y cultural. Dichas cartas se publicaron en el periódico La España. Estas cartas fueron la causa de que un sector de la crítica opinara como lo hizo. Pero mi tío Antonio Alcalá Galiano, académico y escritor hizo una defensa de mis cartas. En palabras suyas dijo: “Tus cartas han hecho una revolución; hay estúpidos que dicen que son chabacanas; se conoce que no saben ellos ni siquiera nuestra lengua y por consiguiente el significado de las palabras, etc. etc.; siendo Juan Valera el que más sabe en España siempre tendrás enemigos, porque eres superior y no te pueden perdonar que tengas más instrucción que ellos. Lo cierto es que tus cartas las copian todos los periódicos, hasta el diario de avisos”


Antonio Alcalá Galiano. Tío de don Juan Valera

-Don Juan, he leído que el público se divirtió con los agudos dardos que lanzaba en esas cartas a su fatuo superior, pero que cuando el Duque de Osuna, flamante Conde de Benavente se enteró del asunto, usted se encontró en una posición embarazosa.

-En realidad Cueto publica las cartas sin que yo lo sepa, cuando tuve noticias de su publicación fue el día 20 de junio de 1857 en Francfort. Las cartas estaban llenas de ironías y de comentarios sobre cierta gente de influencia, como has comentado, a mi propio jefe, el duque de Osuna. Yo no deseaba que se publicaran inmediatamente, sino cuando pasaran muchos años, quizás dentro de cuarenta o cincuenta o mejor que no se publicaran nunca. Pero lo hecho, hecho está.

-Don Juan, ¿qué hay de cierto en lo que se dice que en una ocasión usted llegó a afirmar que la novela es una producción secundaria dentro de las letras?

-Joven, en 1900 influido por la mentalidad del siglo XVIII pude decirlo, también dije que las novelas están más sujetas a las modas que los demás libros. E igualmente comenté que los verdaderos literatos, cuando quieran escribir obras duraderas y no contentarse con el aplauso efímero, deben prescindir de la moda y dejarse llevar de la propia y natural inspiración de la que nace, sin buscarlo ni pretenderlo, cuánto hay de original, de peregrino y de nuevo.

-Don Juan, ¿están tomados sus personajes, situaciones y lugares de sus novelas directamente de la vida real como afirmaban también algunos críticos?

-Mire joven, ya en 1877 me revolví contra aquellos que afirmaban que en mi obra el Comendador Mendoza quisieron ver en mis personajes y los sucesos que se cuentan retratos de la vida real, cierto es que en cuanto a la descripción de los lugares como son los que mejor conozco, los tomo para bordar sobre ellos lo que se me antoja producto de mi fantasía. Claro que los usos, costumbres es historietas vulgares de los pueblos algo se plasma, pero la narración capital y los caracteres de los personajes son siempre creación mía.

-Don Juan, permítame otra pregunta más para ir acabando en el día de hoy esta charla con usted, ¿fue su afición a la literatura extrajera la que le llevó a la traducción de obras, con la dificultad que eso entraña, usted entre otros muchos  trabajos, poemas, novelas, etc. tradujo Fausto, Dafnis y Cloe?

-Ciertamente joven yo era muy aficionado a la literatura extrajera, pero no es exactamente eso lo que me llevó a traducir obras a nuestra lengua. Indudablemente hay una gran dificultad en la traducción al trasladar aquellos matices que solamente un oído nativo es capaz de captar. Cierto es que muchos autores han resultado perjudicados por las traducciones, otros han conseguido más en el extranjero que en su propio país gracias a una acertada labor traductora. Yo mismo me sentí desacreditado en Francia por las traducciones que hizo en 1879 Thérèse Blanc, que utilizaba el seudónimo de Thérèse  Bentzon, de mis novelas  Pepita Jiménez y Las ilusiones del Doctor Faustino. Respondiendo a su pregunta la explicación de por qué he traducido trabajos de autores extranjeros creo que la explicación que más se ajusta a la realidad es por patriotismo, ya que he traducido muchos trabajos que rompían lanzas a favor de las glorias españolas.

-Don Juan solo por esta vez, ayúdeme ¿cómo titularía esta charla que publicaré en el mes de febrero?

-Joven, eso se lo dejo a su invención, no querrá que encima que le doy la información también le ponga yo el título. Demuéstreme que no es un escribidor de “tres al cuarto”, estoy seguro que hallará un buen título.

-Está bien don Juan aquí le voy a dejar. Usted aquí tiene tiempo de esperarme, permítame que pase en otro momento.

-Pase cuando quiera joven, no me voy a mover de aquí. Ja,ja,ja.

Dafnis o Cloe traducción por don Juan Valera


Capítulo III

Marzo/24 

Don Juan, genio y figura 

-Buenos día don Juan, permítame de nuevo un ratito de charla con usted

-Buenos día joven, permiso concedido, pero antes de nada ¿qué título le puso para su publicación de la segunda charla del pasado mes?

-Don Juan, la titulé: “Don Juan Valera. En clave literaria”

-Tampoco es que haya buscado un título muy sugerente, pero no está mal. Ciertamente es menos jocoso que el anterior. Jajaja.

-Don Juan, comenzamos bien, porque ya me está inspirando el título de ésta, con sus comentarios, imagine en letras grandes, DON JUAN VALERA, GENIO Y FIGURA.

-Pues me gusta, joven. No sé si sabe que mi novela “Genio y figura”, para mí es mi obra maestra, la escribí ya en la etapa final de mi vida. Una vez que había dado por finalizada mi vida diplomática y disponía de más tiempo para dedicarme a la escritura. Aunque polémica fue muy exitosa. Inspirada en la novela erótica francesa, se desarrolla en ambientes cosmopolitas que yo también conocía gracias a mi faceta profesional de diplomático. Fue publicada en 1879.

-Ciertamente Don Juan, su novela es conocida por su estilo realista y su descripción de la vida en la alta sociedad española del siglo XIX. En ella late el genio de usted, su autor y una originalidad indudable al tratarse de un relato de ambiente mundano sobre una mujer de vida disipada. Es considerada una de las obras más importantes de la literatura española del siglo XIX y le diré que ha sido objeto de numerosos estudios críticos, ya que fue muy enjuiciada en su día por escandalosa y poco decente.

-En verdad joven, la novela no escamotea las situaciones atrevidas, pero tampoco preconiza el amor libre y el desprecio de las normas sociales: la realidad emerge artísticamente depurada. Las interpretaciones exageradas de la teoría de la novela dieron ocasión a que tuviera que salir en su defensa y precisar su alcance, así como explicar desde lo formal, el contenido de la obra y también para dar coherencia al trágico desenlace de la historia. ¿Ha leído mi novela, joven?

-Sí, la trama se centra en la vida de Rafaela, una mujer que asciende en la sociedad gracias a su belleza y encanto personal. Los personajes principales de “Genio y figura” son Rafaela y el vizconde de Goivo-Formoso, diplomático portugués, con el que se dice que usted tuvo amistad afectuosa y constante.

 

Cuadro de Enrique Romero de Torres (1891) de don Juan Valera

Ciertamente joven. En tres distintas y muy apartadas épocas de mi vida, peregrinando yo por diversos países de Europa y América, o residiendo en las capitales, he tratado al vizconde de Goivo-Formoso, con quien he tenido amistad afectuosa y constante. Pero no se corte, continúe joven  con su reseña de mi novela.

-Gracias don Juan. El vizconde de Goivo-Formoso y John Maury, secretario de la Legación de su Majestad británica, frecuentaban, en Río de Janeiro, el salón de la señora de Figueredo. El vizconde narra los antecedentes de la mencionada señora: de origen andaluz, él la conoció en Lisboa actuando de “moza de rumbo” y con el nombre de Rafaela; enviada a Brasil para actuar y danzar en los teatros y recomendada al señor de Figueredo, rico terrateniente, se casa con él. El ejercicio amoroso de Rafaela trae consigo una gran actividad pedagógica que la lleva a influir no sólo sobre su marido, su director espiritual y sus amantes, sino hasta sobre los criados, perfeccionándolos a todos en el trato, en su compostura y comportamiento. Uno de los amantes de la señora Figueredo fue  Pedro Lobo, criollo furibundo, Ayudante de Campo de Juan Manuel Rosas, dictador de la República Argentina. Le tocó después el turno a Arturito, muerto en duelo con Pedro Lobo, a quien Rafaela curó de sus devaneos en París. Pero el amor al que se entregó total­mente fue el de John Maury. Años después el vizconde se encuentra con Rafaela, viu­da ya, en París, y servida por el barón de Castel-Bourdac. Al requerirla de amores, le envía ella un manuscrito de «Confiden­cias», en el que le cuenta el gran desenga­ño de su verdadero amor, el de John Mau­ry, la vocación religiosa de su hija Lucía — nacida de sus relaciones con el inglés —. Rafaela muestra su alma al desnudo: su imposibilidad de negarse a los requerimien­tos, su generosidad, su pérdida de la fe. «Escudriñando yo hasta los más obscuros rincones de mi vida pasada, no encuentro en ellos ni asomo de ruin bellaquería. Esto me consuela. De ciertos pecados, en que con frecuencia he incurrido, después de absolverme el confesor, me he absuelto yo también». Pero ahora ella se ha enamora­do, con la misma generosidad, de la muerte, y es éste el rival con quien debe luchar el vizconde. Al llegar él a la casa de Rafaela, ésta se ha suicidado ya.

-Joven, quizás ha destripado la novela, más que comentarla, para que entusiasme a los lectores de su revista Cabra, culta y poética y se interesen en leerla.

-No, don Juan yo espero que esta pincelada les anime más a su lectura. Al menos esa ha sido mi pretensión. Por cierto don Juan, ¿usted cree que le falta a esta novela la gracia de “Juanita la Larga” o “Pepita Jiménez”?

-Eso es opinable y como yo le he afirmado para mí “Genio y figura” es mi obra maestra.

-Don Juan, ¿y qué me dice usted de sus novelas: Pepita Jiménez (1874), El comendador Mendoza (1877), Doña Luz (1879), Juanita la Larga (1895) y Morsamor (1899), que son consideradas sus mejores novelas?


-Mejor no le digo ya nada más hoy. No sé cómo usted aguanta tanto rato ahí de pie frente a mí con este frío, yo solo soy una efigie y además ya por el tiempo que hace que estoy aquí me he ido acostumbrando, pero usted joven acabará cogiendo una neumonía. Ande márchese ya a casa déjeme descansar de su cháchara por hoy. Ya que como usted dice aquí tengo tiempo de esperarle, pásese en otro momento cuando quiera, no me voy a mover de aquí. Ja,ja,ja.

Foto de joven de don Juan Valera


Capítulo IV

Abril/24 

119 años  de  su  fallecimiento.  Reflexiones  con don Juan 

-Buenos días don Juan, permítame de nuevo conversar con usted. Hoy tengo que contarle dos cosas importantes antes de nada, y como dicen en las películas, una mala y otra buena. La mala lo más probable es que no sea ni cierta porque la verdad es que la buena hace caer la mala por su propio peso.

-Haber déjese de rodeos joven, ¿qué tiene que decirme?

-Verá no doy pábulo a los chismes, pero me cuentan que usted no quería estar en Cabra, vamos que le importaba un bledo su ciudad natal, pero claro, es que quienes me han contado esto, con todos mis respetos yo he de poner en duda su comentario primero, por no darme ninguna argumentación y solo dejar caer y para mi apreciación con mala baba su manifestación.

-Le veo un indignado, no se altere joven, a veces quienes no tienen nada mejor que decir de alguien, solo dicen aquello que les interesa para hacerse notar y así parecer que saben de lo que hablan.

-Excelente reflexión don Juan, la buena de las cosas que quería contarle es que seguramente no saben que con su inestimable apoyo, su amigo de usted don Miguel Gutiérrez Jiménez junto con don Luis Herrera Robles fundaron en Cabra una academia cultural muy activa que se denominó el Lekanackub. Además de su apoyo usted fue un fuerte entusiasta de la misma e incluso su amigo Menéndez Pelayo. Algo que demuestra su interés al menos por la cultura de Cabra.

-Ciertamente joven. Lekanaklub, fue algo así como un Centro de Bellas Artes, imitando a la Academia Española, cada socio tenía su sillón y su letra. Su nombre un tanto original como ha comprobado. Y como bien dice yo fui un fuerte entusiasta de la misma, ya que sin duda esta academia cultural era demostradora de las aficiones cultas de los habitantes de nuestra ciudad.

-Don Juan, además se olvidan quizás porque ni tan siquiera le hayan leído que usted tenía que ser necesariamente un amante apasionado de su tierra, dado que puso la acción de muchas de sus novelas en ella y hasta Perikito, como cariñosamente usted llamaba a su secretario don Pedro de la Gala, era egabrense, sobrino de su amigo don Francisco Moreno Ruiz “Morenito”.

-¡Ay, Perikito! Me servía de amanuense, lector y poco más o menos de lazarillo, con un cariño casi filial, cuando ya por mi edad y privado de la vista no podía valerme por mí mismo. ¡Ay Perikito, que me mareo y me caigo! Sabe joven, esta frase me trae pesadumbre, fue la última que pronuncié antes de desplomarme en los brazos de mi fiel secretario que los abrió para sujetarme, cuando al incorporarme para asearme y almorzar me sentí indispuesto. Eso fue el domingo día 10 de abril de 1905. Y como sabrá todo esfuerzo de los médicos fue inútil ya que el día 18, dando la primera campanada de las 12 de noche, dejé ese mundo.


-Perdone don Juan. No pretendía causarle aflicción.

-No se preocupe joven, de todos modos, este mes siempre los recuerdos me traen añoranza, son ya ciento diecinueve años que dejé el mundo de los vivos y aquí estaré por la eternidad.

-Cierto, este mes evocamos su fallecimiento, aunque lo que realmente es notorio que este año celebramos sus doscientos años desde su nacimiento.

Estudiándolo como literato decía de usted su amigo Menéndez y Pelayo en su obra Historia de los heterodoxos españoles: “No quiero ni debo poner en la sospechosa compañía de los representantes de la literatura heterodoxa a mi dulce Valera, el más culto, el más helénico, el más regocijado, y delicioso de nuestros prosistas amenos, y el más clásico, o más bien el único verdaderamente clásico de nuestros poetas. La alegría franca y serena y el plácido contentamiento de la vida, nadie lo ha expresado en castellano con tanta audacia y al mismo tiempo con tanta suavidad y gracia ateniense como Valera”.

Fotos de Menéndez Pelayo, amigo de don Juan Valera



-Joven, ahora me ha producido cierto deleite al rememorarme las palabas de mi apreciado amigo Marcelino Menéndez Pelayo. Además de traerme a la memoria su recuerdo. ¿Sabe joven, que él fue propuesto al Premio Nobel de Literatura?

-Sí, don Juan y también que al igual que usted fue considerado el hombre más culto de su época y también coincidiendo en ello con usted poseía una extraordinaria memoria y una insólita capacidad de trabajo. También fue miembro de la Real Academia Española, director de la Biblioteca Nacional y dirigió la Academia de la Historia. Un hombre fascinante por su labor erudita.

-¡Ay joven cuantos recuerdos me ha traído hoy! Mis mejores amigos literatos con los que tanto había compartido poco a poco iban falleciendo a principios del siglo XX. Yo no habría de pasar ese 18 de abril de 1905.

-Don Juan siento de veras haberle causado hoy disgusto, quisiera compensarle esta contrariedad contándole lo que dijeron de usted tras su muerte. Fue tan llorada su pérdida que los edificios de las Academias, Centros artísticos literarios y algunos otros, ostentaron colgaduras negras en señal de luto. Sobre su féretro quince coronas y toda la prensa española dedicó extensas columnas a ensalzar su memoria. He aquí dos pinceladas:

La Correspondencia de España, 22 de abril de 1905: “No hay que decir la impresión tristísima que la noticia ha causado en Madrid. Con Valera se va la personalidad más saliente, más grande, más notable, más hermosa de la España contemporánea. Baste decir que con él pierde la patria el literato más insigne, el crítico más culto, el filósofo más sutil, el escritor más correcto, el novelista más exquisito y el único poeta clásico que nos quedada”.

El Imparcial del 19 de abril, dedicó sus cuatro primeras columnas a ensalzarle y haciendo una ligera biografía de usted,  destacaré estos párrafos que le dedicaron: “La pluma que escribió Pepita Jiménez se ha roto. Las páginas de clásica pureza, en que el idioma patrio resplandecía en todo su esplendor, quedan interrumpidas Dios sabe por cuánto tiempo. El alto, el honorable estadal del maestro, se ve vacío……Nadie le ocupará durante largos años, si alguien alguna vez la ocupa.

Y también poetas, le elogiaron con sus poemas llorando su muerte. Déjeme como muestra que le recite éste de nuestro ilustre paisano Pedro Iglesias Caballero.

   El pueblo de don Juan Valera)
   (A  don Juan)
 
En la noche clara llore Cabra entera
por el que en su verde huerto floreció:
lloren los rosales por don Juan Valera;
lloren las mujeres... ¡El también lloró!

Con sus temblorosos bronces milenarios,
por don Juan Valera, todo corazón,
doblen las campanas en los campanarios
de Santo Domingo y de la Asunción.

Por la vieja alondra que aún levanta el vuelo
de sus níveas alas sobre la ciudad,
con su voz de oro v de terciopelo,
doble la campana de la Soledad.

Por la alondra muerta, rauda y triunfadora,
que cruzó los mares, de la gloria en pos;
porque ya no canta, porque ya no llora,
doblen las campanas de San Juan de Dios.

Con su voz rotunda de forjado hierro,
por don Juan, tan fino, tan meridional,
doblen las campanas de San Juan del Cerro
en la cordobesa noche de cristal.

Y en el blanco Asilo, y en las Agustinas,
en las dulces horas del atardecer,
doblen las campanas claras y argentinas,
¡únicas que tienen alma de mujer...!

Llore todo aquello que don Juan quisiera
en los frescos huertos, bajo el claro sol:
llore la espinaca, y la esparraguera,
y el rizado cardo, y la verde col.

En la roja llama de los limoneros
llore el transparente raso del limón;
lloren los perales, y en los durazneros,
la pelusa rubia del melocotón.

Lloren las doradas hojas del manzano
y la fina caña del cañaveral,
y el clavel ardiente que el amor humano
pone en la encendida noche sensual.

Lloren las mazorcas áureas y sedeñas;
la tostada hogaza llore en el mantel,
y en el salmorejo, y en las cachorreñas,
y entre las rosquillas de canela y miel...

Y tú, mujer fuerte, generosa y buena,
pues por ti he llorado y por ti sufrí,
en la noche clara, bíblica morena,
con tus ojos negros llora tú por mí.

Por el buen maestro que hacia el camposanto
se marchó una tarde para no tornar,
en mis noches tristes he llorado tanto,
¡que ya están mis ojos secos de llorar!                         

Don Juan, ante de marcharme no puedo por menos que expresarle lo que yo hubiese dicho:

A  don Juan Valera

Ha muerto don Juan
de plañideras van:
Pepita Jiménez
Juanita la Larga
y Doña Luz,
tras el féretro de don Juan,
le conducirán a su última morada.
Genio y figura hasta su sepultura
quién retomará su pluma?        

-Calle joven, déjelo ya. Aunque he de significarle que este mes de abril no se me va a olvidar que, aunque no haya sido una fecha especial, me ha alegrado saber que se ha acordado del aniversario de mi deceso.

-Está bien don Juan aquí le voy a dejar.  Usted aquí tiene tiempo de esperarme, permítame que pase en otro momento. Pero déjeme que deje esta vela blanca encendida junto al pedestal de su busto, como señal de recuerdo y tradición popular.

-Como quiera, joven. Y pase cuando quiera, no me voy a mover de aquí. Ja,ja,ja.

Esquela por el fallecimiento de don Juan Valera


Panteón de don Juan Valera en el Cementerio Sacramental de San Justo de Madrid, donde
estuvieron sus restos hasta que fueron trasladados a su ciudad nata en Cabra (Córdoba)


Actual panteón de don Juan Valera en Cabra (Córdoba), donde reposan sus restos,
desde el año 1975 cuando fueron trasladados desde Madrid.

Como curiosidad, cabe señalar que en esta sepultura fue morada también de aquella mujer en la que se inspiró para su célebre personaje Pepita Jiménez, su tía Dolores Valera y Viaña.



Capítulo V

Mayo/24 

Ciento cincuenta años de la publicación de su primera novela

“Pepita Jiménez”

-Buenos días don Juan.

-Buenos días joven.

-Don Juan, pensé que mis charlas con usted que pretendo que se prolonguen hasta octubre, serían un reto de difícil cumplimiento, pero ciertamente cuanto más leo sobre usted, para mi alegría más me sorprendo, no hay mes de año que no celebre usted un aniversario. Y mire por donde estamos en mayo un mes de la primavera que se caracteriza por el florecimiento de la naturaleza, no hay nada más que darse una vuelta por este parque, con los árboles llenos de hojas y los jardines con tantas y variadas flores. Sin olvidar nuestros campos de olivos con la floración, todo un deleite para nuestros sentidos. Y precisamente este mes de mayo me ha alegrado el ánimo, pues en este mes y este año se cumplen ciento cincuenta años de la publicación de su primera novela Pepita Jiménez, que se publicó en 1874.

Su más famosa novela. Pepita Jiménez


-Joven, le veo muy sensible, yo diría que hasta muy novelesco, va a ser cierto que mayo, más que cualquier otro mes del año nos hace sentir “vivos”, la naturaleza en su esplendor, la primavera, la ilusión la alegría y sobre todo la belleza de las flores con esa explosión de colores que convierten cualquier espacio natural en un paraíso inolvidable. Pero sin duda para que estas charlas perduren ha de tener en cuenta que la diferencia entre el triunfo y la derrota consiste en la persistencia.

-¡Qué razón tiene don Juan! Dígame ¿tenía entonces usted cincuenta años cuando publicó su primera novela?, y es a partir de aquí cuando de un modo casi prácticamente exclusivo se dedica a escribir sobre filosofía, política, religión y, desde luego, literatura. Aunque no solo su obra literaria fueron novelas, también, poesía, teatro y cuentos.

-Ciertamente joven, hasta pasado medio siglo de mi vida, no escribí mi primera novela, pero mi primer libro publicado fue en 1844, se trataba de un libro de poesía titulado Ensayos poéticos, aunque ya antes había publicado algunos poemas en revistas literarias: El Guadalhorce de Málaga, La Alhambra, La Tarántula, y el Pasatiempo de Granada. Posteriormente publiqué otros dos volúmenes de poemas uno el titulado simplemente Poesías que se publicó en 1858, y Canciones, romances y poemas que se publicó en 1885 con prólogo de Menéndez Pelayo.

-Don Juan, sin embargo, su poesía fue poco estimada en su época y la opinión sobre ella no ha variado demasiado con el transcurso del tiempo. ¿A qué cree usted que es debido?

-Joven, considerando que está escrita en momentos de auge del romanticismo y post-romanticismo, hay quienes opinan que más parece la de un escritor neoclásico, ya que es una poesía racional en la que la imaginación solo tiene un lugar secundario. Como ve joven, todo es susceptible de ser opinable.

-Don Juan, volviendo a su primera novela Pepita Jiménez, creo recordar haber leído que en el año 1861 publicó el comienzo de Mariquita y Antonio que apareció en el folletín de El Contemporáneo, y Lulú princesa de Zabulistián en 1870 en la Revista de España. ¿Entonces cómo se considera ésta su primera novela?

-Tienes razón joven, pero estas novelas no llegaron a publicarse en volumen independiente, como así ocurrió con Pepita Jiménez que apareció por primera vez en la Revista de España de marzo a mayo de 1874, e inmediatamente se publicó. De ahí que tenga la consideración de la primera novela publicada. Por cierto joven, ¿la ha leído?

-Don Juan, hace tanto tiempo, que estoy planteándome tras estas charlas, releer aquellas obras de usted, que en el pasado leí más bien por imposición de mis profesores de literatura de mi época de estudiante, pero que ahora conociéndole más en profundidad, considero que debo refrescar mi memoria releyendo, Pepita Jiménez, Las ilusiones del doctor Faustino, El Comendador Mendoza, Pasarse de listo y Doña Luz, al menos éstas ya las he anotado para su lectura este año correspondiendo estas obras a su primer periodo, considerando que usted escribió sus novelas en dos periodos muy concretos de su vida, éstas citadas entre 1874 y 1879 podría clasificarlas en un primer grupo y el segundo grupo en el periodo de 1895 a 1899, se incluirían novelas como Juanita la Larga, Genio y Figura y Morsamor.

-Joven, aunque solo sea a grandes rasgos atrévase reseñar Pepita Jiménez, dado que ciento cincuenta años es una fecha importante para homenajear una obra que como en otra ocasión hemos comentado se tradujo a diez lenguas. Y hasta Isaac Albéniz escribió una ópera en 1895 basada en mi obra.

-Por supuesto don Juan, aunque sin duda requeriré algo de su ayuda. Narra la historia de Luis de Vargas, un joven seminarista que regresa a su pueblo natal para pasar las vacaciones de verano y se enamora de Pepita Jiménez, una hermosa y joven viuda de veinte años con la que su padre de éste pretende en matrimonio. El seminarista a lo largo de la novela, lucha contra sus sentimientos y su vocación religiosa mientras Pepita intenta seducirlo. Luis, que acompaña a Pepita en sus paseos por el campo, asiste a reuniones en su casa y, sin darse cuenta, cede poco a poco a una pasión que él considera pecaminosa, pero que se hace más fuerte que su vocación y que su amor por su padre, en el que ve secretamente un rival. Todo esto empieza a ser sospechado por el Deán al que el seminarista escribe sus cartas contándole sus incidencias. Luis se quiere marchar, pero Pepita, que le ama y ha hecho todo lo posible por enamorarle, se finge enferma y le convence de que reconozca su amor y se lo comunique a su padre.

-Permítame joven un inciso, para hacer un boceto de los personajes. Por un lado, Luis mantiene una lucha interna entre la fe y los deseos terrenales, al tener que elegir entre su amor por Pepita y su compromiso con la iglesia, y por otro, ahora que está tan en boga el empoderamiento de la mujer, Pepita Jiménez es vista como un personaje inmoral y seductor, pero también como una mujer empoderada que no se rige por las normas sociales.

-Ciertamente don Juan, la obra es en realidad una novela psicológica en que abunda una suave ironía. Es una novela de tesis en que defiende la primacía de lo natural y lo vital sobre lo artificial y lo afectado.

-Joven, a pesar del tiempo que dice haber leído esta novela, no ha salido malparado en su reseña, de todos modos, si le es posible reléala. La prosa utilizada en esta obra es de un estilo elegante y detallado, su lectura es amena a pesar de la complejidad de los temas tratados. Y observe la utilización de la figura retórica de la ironía para criticar la hipocresía de la sociedad de la época.

-Don Juan para acabar esta charla por hoy, dicen los biógrafos de usted que esta obra está ideada tras una estancia suya en Cabra y Doña Mencía, e inspirada, en un hecho real ocurrido en su familia, su célebre personaje Pepita Jiménez está inspirado en su tía Dolores Valera Viaña. ¿Qué hay de cierto?

-Joven, como ya hemos comentado en alguna otra ocasión en cuanto a la descripción de los lugares como son los que mejor conozco los tomo para bordar sobre ellos lo que se me antoja producto de mi fantasía, pero los personajes y los caracteres de los mismos son siempre creación mía.

-Está bien don Juan, aquí le voy a dejar. Usted tiene tiempo de esperarme, permítame que pase en otro momento.

-Como quiera, joven. Pase cuando quiera, no me voy a mover de aquí. Y mucho menos ahora con el parque en todo su esplendor por belleza de las flores con esa explosión de colores. Ja,ja,ja.


Portadas de distintas ediciones de novela Pepita Jiménez




Efigie de don Juan Valera en Parque Alcántara Romero Cabra (Córdoba)


Capítulo VI

Junio/24

Don Juan Valera, el más prolífico epistológrafo

-Buenos días Don Juan y felicidades por su onomástica.

-Buenos días joven y gracias por acordarse.

-Don Juan, no ha sido ningún mérito mío acordarme, la Delegación de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Cabra, me ha enviado por email los actos que este mes con motivo del día de San Juan como homenaje por su onomástica le harán, además de la ofrenda floral, como ya viene siendo habitual también se celebrará la entrega del premio literario creado en su honor. ¡Si cuando le digo que con usted no hay mes que no haya algo que celebrar convendrá conmigo que tengo razón!

-Joven, sabías que la primera edición de este premio se otorgó por primera vez en el año 1932, al escritor de Jaén don Luis González López, por su trabajo “Las mujeres de don Juan Valera”.

-Sí, don Juan, he leído que el día 20 de diciembre de 1931, en el domicilio del Centro Filarmónico se reunieron un centenar de amigos convocados por la Sección de Literatura del mismo, con la finalidad de rendir culto a su figura. Y crearon una agrupación llamada, “Amigos de don Juan Valera”. Y es a propuesta de esta Agrupación que fue instituido por el ilustrísimo Ayuntamiento de Cabra en el año 1932 el premio que lleva su nombre. Y desde entonces ininterrumpidamente se viene celebrando, ofreciéndole en este parque y ante su monumento un cálido homenaje, con un acto literario, consistente en la lectura de un capítulo de trabajo galardonado con el premio que lleva su nombre, con la intervención de la Banda de Música del Centro Filarmónico y terminando con la ofrenda floral antes su monumento. Pero esto ya lo sabe usted

-¿Dígame joven quienes promovieron esta agrupación?

-Don Juan, fueron los señores: Don Francisco Moral León, don Ángel Cruz Rueda, don Jaime Gálvez, Don Rafael Navarro, don Enrique Cabello Vannereau, don Alfonso Santiago Contreras, don Miguel Pérez del Mármol, Don Manuel Megías Rueda y don Juan Soca, los que prepararon un proyecto de estatutos de la sociedad que se leyeron y fueron aprobados el día 7 de enero de 1952 y se nombró la Junta Directiva integrada por los dichos señores, bajo la presidencia de don Ángel Cruz Rueda.

-¿Joven que reglamentos rigen la sociedad?

- “Los Amigos de Valera” no tienen reglamento. La devoción a usted les une en estrecha camaradería. De allí no ha surgido jamás, una diferencia, una brizna de enojo.

¡Ay joven! Estoy gratamente sorprendido y agradecido por como me ha alegrado esta mañana festiva por mi onomástica.

-Don Juan, si me permite pasemos a otro tema, como ya le dije en mi anterior charla, había leído algunas de sus novelas, pero ciertamente no he leído nada de su epistolario, el cual un conocido mío, me ha comentado que para él tiene más interés que sus novelas. Así pues, me he puesto manos a la obra buscando información sobre sus cartas, y me encuentro que está usted considerado como el primer epistológrafo español, el más prolífico, el más informativo y el más ameno.

-Joven, durante toda mi vida escribí varias cartas a la semana, a mi familia y a mis amigos, yo hacía un esfuerzo para que fueran divertidas e instructivas. Creo que hemos hablado algo de las cartas como las que escribí en mi estancia cuando estaba en una misión diplomática en Rusia como secretario del flamante conde de Osuna y que publicó el periódico La España.

-Ciertamente, pero he leído que no fue hasta después de su muerte en 1905 cuando empezaron a aparecer los epistolarios. Su hija Carmen, con la ayuda de su esposo Francisco Serrat, empezó a preparar una edición de sus Obras completas que la Editorial Alemana publicó. El primero de estos volúmenes se fecha en noviembre de 1905 y el último en mayo de 1935; está ordenada esta recopilación por materias, en un total de trece sobre las cuales escribió usted: Discursos académicos, Novelas, Cuentos, Teatro, Poesía. Crítica literaria, Estudios críticos sobre filosofía y religión, Estudios críticos sobre historia y política, Cartas americanas, Miscelánea, Correspondencia, Discursos políticos y traducción de una obra histórica del conde de Schack. 

-Efectivamente joven. Hay mucha variedad en la correspondencia, dependiendo de a quién escribía. Algunas cartas, naturalmente, son más interesantes que otras. Las primeras cartas existentes son las que escribí entre 1847 y 1851 a mi familia.

-Así es, no se ha hallado ninguna correspondencia anterior. Por cierto, sus biógrafos, afirman que casi todas sus cartas transmiten información sobre qué tipo de persona era usted y que además arrojan luz sobre su carrera literaria.

-Joven, ocurre que realmente mi vocación era la escritura y a ella me hubiese gustado dedicarme por entero, pero cuando tienes una esposa, tres hijos, más los gastos personales, verdaderamente es imposible.

-Vaya, don Juan nada nuevo, es obvio que en todos los tiempos ocurre lo mismo cuando el dinero no alcanza para vivir, hasta los sueños se hacen más imposibles.

-Joven, yo solía decir que lo que más me fastidiaba es la “sindineritis” que me acompañó desde mi nacimiento hasta mi muerte. El ser pobre es la mayor joroba que hay en el mundo y esa joroba la llevaba yo a cuestas desde que nací, y en vano hice por quitármela de encima. Pensé que la escritura podía ser un paliativo, y además un paliativo que a mí me satisfacía. A veces, mi necesidad de escribir obras vendibles me llevaba a desear alejarme del mundo y retirarme a mi patria chica, Cabra.

En una carta a Menéndez Pelayo le referí: Si yo no estuviese casado y con tres meninos, aseguro a usted que hace un año que habría yo dejado de ser ministro en Lisboa y estaría en Madrid, en París o en Cabra haciendo la vida gitanoliteraria para la que he nacido; pero el hombre propone y Dios dispone.

En otras dos ocasiones escribí en unas cartas: Deseo, para escribir algo serio, aprovechar los últimos años de mi vida, y casi estoy decidido a retirarme con muchos libros a Cabra. Mi propósito es pasar más tiempo en Cabra que en Madrid. ¿Cuándo engendraré yo otra Pepita Jiménez? El prurito de meterme en Cabra a vivir acude ahora a mi ánimo, con mayor persistencia que nunca. Ganas tengo de enviar allí mis libros y de retirarme a vivir allí. Allí quizás tendría yo sosiego y escribiría algo de provecho.

-Don Juan, esto deberían leerlo aquellos que dicen que usted no quería a Cabra, a mí me consta que es todo lo contrario y además me da la sensación de que usted sentía nostalgia por su paisaje natal.

-¡Ay joven!, ya hemos hablado algo de ello, y como le dije a veces quienes no tienen nada mejor que decir de alguien, solo dicen aquello que les interesa para hacerse notar y así parecer que saben de lo que hablan, porque en verdad, la ignorancia es muy atrevida.

-Don Juan, he deducido de su conversación de hoy que hubo un periodo en su vida lleno de vacilaciones y de incertidumbre profesional, como si no supiera si quería perseverar en la vida política o si quería dedicarse a la escritura.

-Joven, mi vocación era la escritura, pero quizás yo también me hubiera querido más como literato si hubiera tenido más fe en el valor de lo que escribía. La dificultad, por consiguiente, estaba en mí. No sé si dependía de que no estaba acostumbrado a escribir, porque el escribir se aprende con el uso.  ¡No lo olvide joven!

-Don Juan, la estrechez económica que vivió ¿pudo haberse paliado si la indiferencia del público para con sus obras hubiera sido diferente?

-Ciertamente mis obras se vendían. Lo dejaré en que la mala voluntad de los lectores, poco amigos de leer cosas serias, no hizo que llegara al éxito de mi “amigo” Benito Pérez Galdós que si vivía holgadamente de sus obras.

-¿Benito Pérez Galdós y usted eran amigos?

-Fuimos amigos e incluso yo promoví la entrada de Galdós en la Real Academia Española, nuestra relación empezó bien pero terminó regular. Es verdad que yo era el jefe del grupo de escritores que nos oponíamos a la escuela realista que representaba Galdós. Más tarde, durante los años 80, con la introducción del naturalismo en España, Emilia Pardo Bazán había lanzado una serie de artículos sobre el naturalismo, creo recordar que se coleccionaron con el título de “La cuestión palpitante”. El conflicto volvió a entablarse porque verdaderamente reaccioné enérgicamente diciendo: «El realismo o naturalismo que hoy se estila es un horror.» Además, creía que hasta era un deber patriótico luchar contra esta maldición de origen francés. Por eso di a conocer que iba a escribir una serie de artículos refutando las ideas de Emilia Pardo Bazán (quien era —o muy pronto iba a ser— amiga íntima, pero muy íntima de don Benito).

-¿Don Juan, Benito Pérez Galdós también le consideraba a usted amigo a la vez que su rival literario?

-Es una pregunta que debería hacerle a él no a mí, aunque ciertamente lo que quedaba de nuestra amistad se rompió en el primer capítulo de Fortunata y Jacinta. Galdós relaciona el nombre del mujeriego, inmaduro y egoísta personaje Juanito Santa Cruz con mi nombre. Y aquí lo voy a dejar me aburre y considero baldía la conversación este punto.

-Perdone don Juan, no era mi voluntad importunarle ni mucho menos hostigarle y por supuesto con algo que su recuerdo le traiga pesadumbre.

-No joven, en cierto sentido le agradezco estas conversaciones que a grandes rasgos estamos manteniendo desglosando diversas etapas de mi indócil vida.

-Le agradezco don Juan su paciencia conmigo, le dejo, porque necesito escribir todo esto que me ha contado, con su permiso, y permítame que pase en otro momento.

-Cuando quiera joven. De aquí no me voy a mover, Ja,ja,ja.


Caricatura de don Juan Valera



Capítulo VII

Julio/24

“Su mayor orgullo, cuando le llamaban poeta”

-Buenos días don Juan.

-Buenos día joven, ¡ha madrugado!

-Don Juan, con este calor que no se puede estar en la calle a partir de las horas centrales del día, es mejor ya irse a casa, por lo que he considerado que esta es una buena hora para visitarle. Cierto es que son las siete de la mañana, ideal porque hace una temperatura agradable y prácticamente conversamos casi en solitario. En la tarde noche el parque se llena de gente y si me ven dialogar con usted pensarán que no ando bien de la cabeza. No es algo que me importe pero recuerde usted lo que dijeron el pasado mes aquella pareja que pasaba por esta plazoleta donde se ubica su efigie, cuando me vieron aquí plantado parlamentando con usted. La chica no se cortó un pelo y hasta creo que rayó en la grosería cuando le comentó al chico que le acompañaba: otro viejo chocho que está "más para allá que para acá".

-Joven, ¿y a usted le preocupa lo que piensen?

-No, claro que no, pero la verdad, empiezo a cuestionarme que esto de conferenciar con una efigie no es de muy cuerdos.

-Ande, déjese de naderías y ahora que me ha ilusionado no se le ocurra dejarme al menos hasta que pase este año ya que como usted dice me está agasajando por el doscientos aniversario de mi nacimiento.

-La verdad es que no pienso hacerlo y deseo que mis charlas con usted se prolonguen hasta octubre, y no será por falta de materia, porque con usted hay mucha tela que cortar.

-Joven, ya ha dado un somero repaso de mi vida y algunas de mis novelas, ¿por donde llevará hoy su plática?

-Don Juan, hoy traigo un pequeño tesoro que me han dejado, son seis libros de una colección de sus obras completas, compuestas por 35 tomos. La fecha de edición de estos libros comprende desde MCMV (1905) que es el primero de los tomos, con el título: “Discursos académicos”, a MCMXIII (1913) tomo 35 “Estudios críticos sobre Filosofía y religión”.  Una joya que es una verdadera pena que solo tenga los tomos I, VIII, XVII, XVIII, XIX, XXXV. Por cierto, estos libros son de la edición de las obras completas que su hija preparó y que publicó la Editorial Alemana. Ah, como curiosidad, el precio de cada tomo era de tres pesetas. ¡No eran baratos los libros en su época, como tampoco lo son en la actual! Sabe, tres pesetas de su época más menos podrían ser 13,10 euros actuales, unas dos mil ciento ochenta pesetas.

-Cierto joven, tres pesetas en aquella época para gastar en un libro no estaba al alcance de cualquiera. 

Una verdadera joya. Libros de la edición de 1905

-Don Juan, hoy un libro recién publicado, según la editorial y la encuadernación que tenga puede oscilar entre diecisiete y veintidós euros de media. Cierto es que incluso con las nuevas tecnologías, un libro electrónico baja considerablemente el precio en torno a siete u ocho euros. Pero a los que disfrutamos con los libros, nos gusta el libro de papel.

-No me hable en la jerga de su actualidad, ya me contará en otro momento qué es un libro electrónico. Dígame joven esa edición de mis obras completas ¿que abarca?

-Permítame que le lea la relación que he copiado de sus obras completas de esta edición y que aparece en la contraportada de uno de los tomos de poesía que estoy leyendo.

TOMO I       Discursos Académicos I
TOMO II      Discursos Académicos II
TOMO III     Doña Luz
TOMO IV     Pepita Jiménez
TOMO V      Las ilusiones del Doctor Faustino I
TOMO VI     Las ilusiones del Doctor Faustino II
TOMO VII    El Comendador Mendoza
TOMO VIII   Pasarse de listo
TOMO IX     Juanita la Larga
TOMO X      Genio y Figura
TOMO XI     Morsamor
TOMO XII    Dafnis y Cloe. Leyendas del antiguo Oriente
TOMO XIII   Mariquilla y Antonio. Elisa la Malagueña. Don Lorenzo Tostado
 
TOMO XIV   CUENTOS.  Parsondes.  El pájaro verde. El Bermejino prehistórico. 
                                          El espejo. El pescadorcito Urashima. El hechicero. La
                                          muñequita. La buena fama
 
TOMO XV    CUENTOS.  El caballero del azor. El doble sacrificio. Los
                                          cordobeses en Creta. El Duende beso.  El último
                                          pecado. El San Vicente Ferrer de talla.
                                          El cautivo de Doña Mencía.  El maestro
                                          Riumundico.  Garuda o la cigüeña blanca.  Cuentos y
                                          chascarrillos andaluces.
 
TOMO XVI   TEATRO. La venganza de Atahualpa.  Asclepigenia.  Lo mejor del
                                      tesoro. Gopa. Los telefonemas de Manolita. Estragos
                                      amor y celos. Amor puesto a prueba.
 
TOMO XVII y TOMO XVIII.  POESÍAS.
 
TOMO XIX, XX, XXI, XXII, XXIII, XXIV, XXV, XXVI, XXVII, XXVIII, XXIX, XXX, XXXI, XXXII, XXXIII, XXXIV y XXXV.    CRÍTICA LITERARIA.

Del romanticismo en España y Espronceda. Sobre los cantos de Leopardi. De la poesía del Brasil. Las escenas andaluzas de El Solitario. Obras poéticas de Campoamor. La Bola Nieve, de Don Manuel Tamayo y Baus. Consideración sobre el Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana, de Don Felipe Monlan. Revista de Madrid. 

-Verdaderamente recogen todo mi trabajo literario. La verdad es que cuando me retiré de la vida política y a medida que me iba haciendo viejo, más receloso estaba de que me sorprendiera la muerte y todo lo que pensaba escribir se quedara en el tintero. Sentía que allá en el centro de mi espíritu había un almacén, revuelto y confuso de tela ya cortada, para coser y formar con ella no pocos escritos, que no quería que se me quedasen ocultos y embuchados en mí cuando me llevasen a la sepultura. Así que casi invidente, pero en plenitud de facultades me vuelco plenamente en mi producción literaria. Estaba terminando un discurso para la Real Academia Española para la conmemoración del tercer centenario del Quijote cuando una “congestión cerebral pasiva” acabó con mi vida, no cabe duda de que el hombre propone y Dios dispone. 

-Don Juan, le dije en una anterior conversación que he de releer aquellas novelas que leí en época de estudiante, y por supuesto su epistolario, pero ahora que tengo dos tomos de sus poesías, y dado que desconocía su obra poética me he puesto a leer sus poemas. ¿Sabe que en esta edición se publican poesías que usted omitió en la publicación de 1886, también figuran las de la edición de 1858 y un volumen inédito impreso en Granada en 1844 y que usted condenó al olvido y que calificó de “inocentadas de chiquillo”? 

-Verá joven, cuando se publicaron por vez primera mis poemas, mi tío don Antonio Alcalá Galiano, que propendía dudar de todo, y que, a pesar del cariño que me profesó, dudaba también de mi mérito como poeta, dijo “que lo probable sería que alguna furiosa avenida del río del olvido se llevase para siempre mis copias, como otras mil insulsas composiciones de esta edad, sobrado parlera, y en que tanta tontería se da a la estampa”, tal cual literalmente eso plasmó en un prólogo que me hizo.

-¡Ay don Juan!, el primer libro de poesías, que escribió, Ensayos poéticos publicado en Granada en su etapa como estudiante fue retirado a los pocos días porque no se vendía.

-Joven, este desengaño marcaría mi trayectoria, siempre me sentí frustrado por no ser considerado “un buen poeta” a pesar de reintentarlo en otras ocasiones, porque siempre me sentí poeta y ese sentimiento queda plasmado, quizás mejor que en los versos, en la construcción de mis novelas. Por cierto, toda la edición de este primer libro de poemas mío fue recogida por mí y confinada en un desván de la casa de mi padre en Doña Mencía.

-Es indiscutible que su obra poética no fue bien comprendida, porque era “poesía sabia”, fruto de su erudición y del conocimiento reflexivo de los autores clásicos. Quizás también porque no es de la escuela romántica moderna ni de la clásica ordinaria, sin embargo, de lo poco que leído he de coincidir con aquellos que lo que más se aprecia en sus poemas es un ingenio agudo y claro y una instrucción en que compite lo vasto con lo profundo.

-¡Gracias joven! Permítame comentarle que mis versos valen lo que vale mi prosa, ya que en ellos está en germen, en cifra, en lírico y conciso resumen, todo lo que he sentido, pensado y escrito en prosa, más tarde, con mayor amplitud. Y echando la modestia a un lado ¿por qué no declarar también que en algunos de estos versos, principalmente en El fuego divino, en el idilio del viejo rabadán y A Gláfira, la nitidez, la elegancia sencilla y la atinada limpieza de la forma son notables, lo cual de sobra se conoce que no se consigue sobando y limando, sino por dichosa inspiración?

Añadiré todavía a mis versos ciertas buenas prendas de que la prosa carece: el candor, la lozanía y la frescura de la juventud, y propósitos más puros, porque los versos están hechos sin la vana y egoísta esperanza de ganar con ellos dinero, influjo o al menos fama inmediata, sino sólo por amor entrañable de la misma poesía y con anhelo cariñoso de vivir en lo futuro en algunas almas afines a la mía, donde despierte o suscite mi voz simpática resonancia, cuando ya no pueda mover con impulso material las ondas del aire.

-Como usted bien sabe don Juan, la composición más ligera, si está bien, es manifestación de la luz interior del alma, que ilumina al mundo del arte, como el sol al mundo real. Y toda obra enseña, sin que el autor aspire a enseñar.

-Cierto joven, y si me lo permite y ya que hablamos de poemas déjeme declamar éste. De los ciento treinta poemas que según calculo habré dejado, y seguro hallará publicado en alguno de los dos tomos de poesías que me ha comentado que componen estas obras completas y que si no recuerdo mal publiqué en Granada allá por el año 1841 con el título:


Mi lira

Las cuerdas de mi lira
        despiden bandos sones,
        de armónica dulzura
        henchidas y de amores.
        Mi garganta modula
        tiernísimas canciones
        y el sonido del harpa
        languidece de amores;
        los aromados céfiros
        sus alillas veloces
        no extiendan tan suaves
        sobre la gayas flores:
        ni tan dulces lamentan
        con arrullos acordes
        las palomas gemelas
        que se mueren de amores.
        Pero el genio sublime
        no inspira mis canciones,
        ni despliega sus alas
        sobre mi frente pobre.
        Sólo me inspiran ¡Cintia!
        tus ojos seductores,
        tus nudos cabellos
        más negros que la noche,
        de tu voz melodiosa
        los dúlcidos acordes
        y de blando sueño
        los inocentes goces.

-Muy bello don Juan, el sentimiento lírico aflora en todo su esplendor. Verdaderamente usted fue un poeta aunque haya sido más conocido por sus novelas. 

-Joven, en 1886 en el prólogo a mi libro Canciones, romances y poemas escribí: Mi escritura no tendría perdón de Dios, ni yo mismo me perdonaría aunque soy indulgente para con todos y para conmigo, si yo fuese o si a menos no me creyese poeta.

-Gracias don Juan aquí terminaré esta agradable charla por hoy, el calor del verano hostiga ya tan de mañana, pasaré en otro momento.

-Pase cuando quiera joven, no me voy a mover de aquí a no ser que apriete tanto el “Lorenzo” que derrita esta piedra con la que mi efigie se ha hecho. Ja,ja,ja.

Una verdadera joya. Libros de la edición de 1905

Junto con los cinco anteriores. Una joya por ser de la Edición de 1905



Capítulo VIII

Agosto/24

¿Señorito andaluz? 

-Buenos días don Juan

-Buenos días joven, ¿qué lacónico le veo?, ¿le ocurre algo?

Caricatura de don Juan Valera
-No, nada don Juan, es que cuanto más aprendo sobre usted, más me confunde todo. Es como aquello que decía Sócrates, solo sé que no sé nada.

-Joven, es lo que tiene el aprendizaje que cuanto más sabes más preguntas, y surgen más dudas que certezas. ¿A ver, cuál es el problema?

-Verá don Juan hace unos días escuché una conferencia de un profesor, y aseveraba que usted se dedicó más a vivir que a escribir. Afirmando que usted decía que realmente lo que quería era disfrutar de la vida, e incluso le llamó señorito andaluz, eso sí no lo hacía en tono peyorativo, se refería más a su íntimo afán de refinamiento. También para señalar su ironía que se le supone a todo señorito andaluz, y este punto no estoy muy seguro de que esto sea así.

-Joven, diría muchas más cosas a lo largo de su conferencia, no crea que estos comentarios puedan ya ni  importarme  a  mí, ni necesariamente son dichos con ánimo de empañar la imagen de mi persona como literato si la conferencia iba en ese sentido o como político si lo era en este otro.

-Don Juan, era una conferencia literaria. En realidad, también habló de su innata elegancia, por ser una persona elegante, que frecuentaba los ambientes selectos por su amplia cultura de buen gusto. Llegándole a llamar el aristócrata de la literatura del momento, por su técnica y estilo que repudiaba los excesos románticos, pero por formación intelectual le molestaba la literatura de tesis, afirmando que usted no pretendía dar doctrina, sino belleza tratando a la realidad con una leve estilización embellecedora.

-Ciertamente yo era un enemigo acérrimo de las estridencias, liberal, nada de dogmatismos ni de tipo religioso ni de tipo político. No estaba convencido de tanta doctrina, se puede decir que era escéptico. Y en verdad la ironía la usaba de manera velada para ironizar de las posturas de la sociedad que me rodeaba. Pero eso sí, siempre fui tolerante.

-Don Juan, aun cuando su obra novelística es escasa, dado que son muy pocas novelas las que nos ha dejado, pues según este profesor no hacen falta muchas más, pues usted se impone como el mejor estilista, redacta como los mismos ángeles y su prosa correcta y pulida es un verdadero modelo de armonía. Siendo en su obra, su faceta predominante el análisis de la psicología de los personajes, considerándole a usted un psicólogo.

-Como ves joven en general, no salgo más parado de la conferencia de este profesor. Le daré la razón en que quizás haya patinado en la licencia que se ha permitido al decir “que la ironía que se le supone a todo señorito andaluz”, ya que no necesariamente hay que ser señorito andaluz para ser irónico.

Joven yo mismo que escribí mucha crítica, y como cuentas, hace una apreciación que habrá quien no esté de acuerdo, en realidad, una conferencia no tiene por qué ser un halago de virtudes de quien el conferenciante se pronuncie, y las opiniones tienen que ser diversas, pero lo importante es que siempre es que se expongan las ideas y las opiniones hay que sustentarlas con todo lo que se haya investigado del personaje, obviamente siempre cabrá la opinión subjetiva de quien las expone.

-Don Juan, su obra inconclusa también han sido objeto de análisis en esta conferencia. Al parecer son tres novelas, que añado a mi lista de lecturas pendientes, las que quedaron sin acabar. Elisa la malagueña. Don Lorenzo Tostado y Mariquita y Antonio. También un libro sobre la educación humana, titulado Meditaciones utópicas sobre la educación humana.

-Sabe joven, con Elisa la Malagueña me sentía muy satisfecho, en esta novela había puesto mis cinco sentidos, pero se acabó mi tiempo. El libro sobre la educación humana, fue otra historia distinta, esta obra estaba adelantadísima; la editaba un impresor de Vigo, de nacionalidad alemana. Irían impresas unas 230 páginas cuando supe que dicho editor, el señor Krapf, se había suicidado y fue tal la impresión que me causó que dejé apartado el libro.

-Don Juan, sobre el libro, titulado: “Meditaciones utópicas sobre la educación humana” fechado en 1902 usted nos da una visión de sus ideas educativas maduradas a partir de su experiencia como Director General de Instrucción Pública. Aunque inconcluso como hemos comentado, consta de 16 capítulos.

-Joven, este era un largo trabajo, desde el principio me reafirmaba en la función social de la enseñanza. Considerando el saber cómo un bien, que la sociedad debe divulgarlo. El fin principal de la sociedad es el bienestar de cuantos individuos la componen, y nada es más eficaz para lograr este fin que el desenvolvimiento de nuestras facultades espirituales y físicas. La instrucción pues, debe considerarse como un deber social.

-Don Juan, volviendo a las novelas inconclusas, en Don Lorenzo Tostado, aunque inacabada, nos revela la maestría de usted en la creación de los personajes y atmósferas según he leído por la referencia que hacen a esa novela. Así como en Elisa la Malagueña dicen que no se dispone de detalles específicos sobre su trama y en Mariquita y Antonio cuentan que noveló las relaciones amorosas que mantuvo en Rusia con la actriz Lucía Palladi.

-Joven, como dice que ha tomado nota de estas novelas y las ha añadido a sus lecturas pendientes y dado su final abierto, una vez se haya adentrado en mi mente creativa y haya apreciado mi habilidad para tejer historias cautivadoras, atrévase con un final para las mismas.

-Don Juan, permítame que aquí me ponga serio. Me presupone usted una destreza literaria que ni mucho menos está a mi alcance y por mi exigüidad en esto de la escritura, este reto lo tomaré como una chanza que se ha permitido conmigo, y que de buen grado le admito, dado que es del todo imposible que yo pudiera añadir un solo párrafo. Eso sí, como mucho le prometo que las leeré y haré una reseña sobre las mismas.

-No se enoje joven, por lo que le voy conociendo, le falta autoestima, y aunque uno debe de conocer sus limitaciones, dejarse vencer por los miedos siempre conduce al fracaso.

-Don Juan pese a su buena intención, uno debe saber siempre donde debe parar para no “pasarse de listo”. Jajaja. Y aquí lo voy a dejar, ciertamente hoy no estoy muy locuaz, debe ser este calor que me deja agotado, me siento muy cansado, permítame que pase en otro momento.

-Pase cuando quiera joven, no me voy a mover de aquí. Ja,ja,ja.


Capítulo IX

Septiembre/24

Confesiones en confianza

-Buenos días don Juan, es septiembre, el mes de la alegría, la ilusión y sobre todo el mes más sentido por nuestros mayores que esperan con delirio volver a ver a su Virgen en Cabra. Hoy día 4, desde todas las espadañas de los templos de Cabra, a primera hora de la mañana, se anuncia el advenimiento de la Virgen Serrana, con un gran repique de campanas. Un año más vamos a celebrar nuestras Fiestas Patronales. ¡Me embriaga el olor a nardos que impregna todo!

-Joven, la feria no se celebraba en el año 1883 en las fechas actuales, recuerdo que el 16 de septiembre de ese año llegué a Cabra en plena feria, era domingo y había toros y por la noche teatro, además música aquí en el paseo y un quiosco muy grande iluminado para un bailar por la noche. Vine con mis hijos Carlos y Luis para que se examinasen en el Instituto de algunas asignaturas de bachillerato.

-Por cierto don Juan, fue un 7 de septiembre de 1927 cuando se puso la primera piedra para la construcción de la glorieta donde se colocó su efigie que no es otro lugar que en este en el que nos encontramos. Por cierto, su hija Carmen nos honró con su presencia en tan importante acto.

Es verdad que la glorieta en la actualidad no está tal como se concibió. Ha desaparecido la biblioteca y el arriate que circundaba su monumento.


-Joven, todo se transforma con el paso del tiempo. ¡Es fascinante explorar como todo evoluciona   a lo largo de los siglos! Para bien o para mal. Depende.

Glorieta de don Juan Valera. Mediados del siglo XX


Carmen Valera cuando puso la primera piedra de la Glorieta donde está la efigie de su padre

-Don Juan, cada día observo que todo en la vida sucede por algo. Vagamente había oído hablar de don Francisco Moreno Ruiz (Morenito), pero hace unos meses me invitaron a un almuerzo al cortijo Juan de escama, y allí muy a groso modo me informaron quien fue este señor. Me contaron una leyenda del mismo que me produjo hilaridad y me picó la curiosidad por saber más de este personaje. Días más tarde consigo el libro de Matilde Galera “Don Juan Valera político” y descubro que uno de los capítulos del mismo es el titulado Epistolario inédito de don Juan Valera a Francisco Moreno, resultando este ser su amigo.

He ojeado todas las cartas, la primera fechada en Madrid el 31 de diciembre de 1858, la última el 16 de noviembre de 1904. Un extenso epistolario que estoy seguro que quienes no lo han leído son los que no dudan en embarrar la amistad que se trasluce por sus cartas con don Francisco Moreno.

Don Francisco Moreno Ruiz (Morenito). La foto realizada de este cuadro que se 
haya en el Cortijo que fue de su propiedad "Juan de Escama"


-Joven, ¿qué pretende decir con su comentario de la última frase? Don Francisco Moreno Ruiz profesaba a mi padre una amistad sincera que también tuvo a bien brindarme a mí.

-Don Juan, es que me han comentado que usted estaba enfadado con Francisco Moreno, “Morenito”, porque no le apoyaba cuando quiso presentarse a diputado por Cabra.

-Habladurías sin fundamento.  Cierto es que nunca fui elegido diputado por Cabra, incluso hasta yo mismo retiré mi candidatura de ese distrito cuando Martín Belda y mi primo Juan Ulloa podrían optar por presentarse. De hecho, en una carta de febrero de 1871 dirigida a mi amigo Moreno le decía: Como usted ya sabrá, por cartas que he escrito a esa Ciudad, he retirado definitivamente mi candidatura a ese distrito. Queda usted desligado por consiguiente de cualquier compromiso, que su buena amistad le hubiera hecho contraer en favor mío. Probablemente lucharán ahí Martín Belda y mi primo Juan Ulloa.

Mi parentesco con el último y mis deberes de partido me mueven a rogar a usted que influya en su favor.

Créame usted siempre su afectísimo amigo.

Juan Valera.

Francisco Moreno fue siempre un apoyo para mí, a la muerte de mi padre, le solicité su ayuda para organizar y encauzar la herencia del mismo ya que José Freuller y Alcalá-Galiano habido del primer matrimonio de mi madre la marquesa de la Paniega con Santiago Freuller, general suizo al servicio de España del cual queda viuda y posteriormente se casa con mi padre, enreda al objeto de obtener algo más que lo que le corresponde.

-¡Ay don Juan! Como en toda buena familia que se precie, la heredad destapa lo peor de quienes quieren aprovecharse.

-Este fue un capítulo doloroso en vida, mi hermanastro parece tener una conducta poco decorosa frente a la herencia y mi madre parece estar obcecada con su hijo y no quiere convencerse de nada, pero no trata con equidad ni a mí ni a mis hermanas favoreciendo a éste. Yo como heredero y apoderado de los demás beneficiarios, tenía derecho a tomar posesión de todos los bienes que mi padre poseía, no quería disgustar a mi madre llevando este asunto a la justicia para que ésta dirimiera, porque pensábamos sinceramente tanto mis hermanos como yo que pareciera que nos querían quitar lo que era nuestro por derecho. Pero, permítame que aparque este asunto que en verdad me trae pesadumbre.

-Perdone don Juan, no quería disgustarle. Volviendo a la supuesta desavenencia con don Francisco Moreno, realmente quienes hayan leído las cartas que usted remite a su amigo Moreno, no deduciría de ellas enemistad por parte de usted, muy al contrario, con él podía desahogarse de su paupérrima economía y no pocas ocasiones contó usted con su ayuda para solventar sus muchos gastos. Ya que como usted dice, con su mujer e hijos y su posición es imposible ahorrar nada, ya con su sueldo del gobierno, no le alcanzaba para vivir con desahogo.

-Ciertamente mi esposa era poco o nada hábil para el gobierno de una casa, sus bienes se los gastaba y yo no quería entender de eso, me preocupaba el día que ya no pudiera trabajar, pensando en cómo viviría con la jubilación. Además, deseaba liquidar mis débitos, no tenía la menor esperanza de dejar dinero a mis hijos, pero me contentaba con no dejarle deudas. A mi amigo Moreno no puedo más que darle las gracias más encarecidas por el interés que se tomaba por mis negocios siempre que le requería.

-Don Juan, a lo largo de esta correspondencia con su amigo Francisco Moreno no solo queda acreditada su amistad con él sino que se trasluce su penuria económica, esto era un rum rum que había oído pero no acababa de creerme que fuese tan evidente.

-Verá joven, eran varias las razones de mi exigua economía, algunas ya las he comentado antes, como mis muchos gastos, pero también porque no viví ni quise vivir nunca a costa de mi mujer. Incluso me viene ahora a la memoria que cuando estaba de embajador en Lisboa, la recepción que yo le hice a los Reyes me costó más de 3000 duros, sin contar los muebles, vajilla, etc, que presupone un capital. El Ministro se condujo mal conmigo, porque me dio solo mil duros y de sobra hubo de conocer él que se quedó corto al no socorrerme con más para gastos extraordinarios. Verdaderamente esa Embajada era una ruina para mí y lo sería para cualquiera que quiera hacer bien su trabajo, si el Ministro que bien puede, en queriendo no le socorre. Así me veía yo pidiéndole a mi amigo Moreno no en pocas ocasiones, que me adelantase la suma que me era necesaria bien para cubrir un gasto o bien para pagar lo que debía.

-Don Juan, su infortunio económico ¿también tuvo que ver con la mala praxis del administrador de sus tierras?

-Joven no me lo recuerde, a finales de 1878 tuve que venir a Cabra y a Doña Mencía, para despedir al administrador que aquí tenía, porque me saqueaba. No quería vender, porque no querían comprar sino se da tirado, arrendar tampoco era posible, porque apenas dan nada por el arrendamiento. Solo me quedaba arrimar el hombro al trabajo para sostener tanto gasto, pero mi sacrificio era en balde, harto conocía yo que estas dificultades se allanarían con que yo me fuese al otro mundo, aunque lo confieso, ni cuando ya contaba con ochenta años tenía yo ganas de hacer peregrinación tan asombrosa.

-Don Juan, le doy las gracias por estas confidencias que me ha contado, más ya le tengo que dejar, permítame que vuelva a pasar en otro momento.

-Pase cuando quiera joven, no me voy a mover de aquí. Ja,ja,ja.

 

Capítulo X

Octubre/24

Conmemoración CC aniversario de su nacimiento

Preguntas y opiniones 

-Buenos días don Juan.

Ahora si, en este mes de octubre, hoy día dieciocho conmemoramos el doscientos aniversario de su nacimiento, acaecido allá por el año 1824. Y no puedo si no imaginarme a usted rodeado de Pepita Jiménez, el padre Enrique, don Luis, doña Luz, el doctor Faustino, Juan Fresco, Antoñona, Elisa la Malagueña, Juanita la Larga y todos aquellos personajes de sus obras que crea y diera vida en sus magníficas novelas. Permítame unirme a esos personajes y, junto con los colaboradores de la revista Cabra, culta y poética trasladarle no solo unas preguntas que estos me han sugerido para saber algo más de usted, y también hacerle llegar unas opiniones de ilustres personalidades literarias sobre el gran novelista que fue. No sin antes congratularnos por su nacimiento y por la suerte de haberlo hecho en nuestra ciudad: Cabra.

-Buenos días joven, le veo muy entusiasmado.


-Y no es para menos don Juan llevo diez meses elaborando unas charlas con usted con la única pretensión de honrar su memoria. No sé si he estado a la altura que merece un insigne egabrense como lo es usted, pero tenga la seguridad que he puesto todo mi empeño en ello.


-Joven, eso le honra y lo importante no es si gusta o no su trabajo, si no con la sinceridad que haya puesto en realizarlo. Estoy convencido que ha dado lo mejor que ha podido y ha sabido hacerlo para el objetivo que se había marcado. Ni yo voy a calificarle, ni a usted debiera importarle, me consta eso sí que ha sido feliz mientras charlábamos. Y la felicidad es el mayor tesoro que tenemos en la vida.

-Permítame don Juan que comience por las preguntas y deje las opiniones sobre usted para el final.

-Adelante joven.

-Don Juan: ¿Es cierto que la nostalgia por su tierra natal se acrecentó con los años?

-Joven, aunque en alguna ocasión hemos hablado de esto, juzgue usted por cómo me expresaba en una carta del 13 de marzo de 1900 a Moreno Güeto: Bien quisiera yo ir a Doña Mencía y a Cabra, pero la cuestión está en lo muy averiado e incapaz que me siento y en el terror que moverme me causa. En fin, ya veremos. Como estoy tan ciego carecería yo de la consolación de ver las frondosas y lindas huertas de Cabra, y como estoy tan flojo de piernas no podría ir de paseo a la Fuente del Río, a la Presa, ni siquiera a la Cruz del Atajadero.

-Don Juan, ¿por qué se le otorgó a usted la Cruz de Carlos III?

Verá Joven, a comienzos de 1882 siendo Ministro Plenipotenciario en Lisboa, se me encomendó la organización de una visita que iba a realizar Alfonso XII a Portugal, con motivo de la inauguración de la Exposición de Arte ornamental de Lisboa. Una vez concluida la vista la verdad es que me sentí muy satisfecho de mi trabajo realizado. El Gobierno y propio Rey así lo reconocieron, otorgándome el 7 de enero de 1883 la Cruz de Carlos III en atención a la excelente organización de la visita real a Portugal.

-Don Juan ¿es cierto que para usted su destino en Washington supuso un sacrificio que, si no hubiese sido por su paupérrima economía, por su edad no hubiera aceptado?

-Ay joven, las “trampas” que tenía me tenían ahogado. En una carta que le dirigí a mi mujer desde Washington cuando tenía 59 años le decía: Algunas voy pagando; pero debo mucho aún, y yo no quisiera morirme sin dejar pagadas todas mis deudas, y, si fuere posible, con el Alamillo libre, por si alguno de mis hijos quería cuidarle. Estando a la mira, y cuidando mejor, sin tomar dinero prestado a un interés alto, como se toma en aquellos pueblos, el Alamillo podría producir para vivir en Cabra una familia, con desahogo, durante seis meses al año. Yo, por mi parte, no tendría el menor inconveniente en irme a vivir a Cabra durante cinco o seis meses cada año, en los cuales gastaría la mitad o la tercera parte que en Madrid […] En Lisboa aún debo a Vaz 8.000 reales de vellón”.

-¿A quién pertenecía El Alamillo?

-A mi padre, que él heredó de su madre, mi abuela Josefa Viaña. La casería del Alamillo (Baena) con su lagar y bodega. Y de él la heredamos “pro indiviso”, a su fallecimiento acaecido en 1859, mis hermanos y yo. Aparte de olivos, escuché a mi abuela muchas veces decir que ahí criaban lentejas pues se daban muy bien.

-La muerte de su hijo le pilla a usted cuando estaba en Washington. ¿Cómo le afectó ese terrible acontecimiento?

-No solo el sufrimiento inmenso que la muerte de un hijo supone sino también el  dolor de que me enterase dos días más tarde de su fallecimiento. El día 16 de junio de 1885 había recibido carta que me enviara mi esposa desde Madrid en la cual no me dice nada de su enfermedad, como si estuviera bien. El día 20 murió mi pobre hijo Carlitos, tan bueno, tan guapo, tan amable y cariñoso. El día 22 supe la desgracia por telégrafo.

A pesar de mi carácter reposado y de mi inclinación a buscar en todo el lado mejor, crea usted que no hallé consuelo. Es horrible, fue muy cruel, perderle y en la flor de la vida…

-Perdóneme don Juan no quería afligirle pasemos a conmemorar su aniversario, concédame unos minutos para leerle estas Opiniones de ilustres personalidades literarias recogidas del Boletín informativo Municipal que se publicó en 1974 con motivo del ciento cincuenta aniversario de su nacimiento. Y cuyas entrevistas fueron realizadas por don Francisco Carmona Roldán, locutor de Radio Atalaya-La Voz de Córdoba

-José María Pemán: He dicho mil veces que soy un entusiasta máximo de Don Juan Valera y de su luminosa creación, de una prosa equilibrada entre lo clásico y lo popular. Así como la poesía recibió y su examen analítico y retórico que llega hasta el romanticismo, la prosa se sentía como incluida a la fuerza en los mismos casilleros de la poesía: culteranismo, conceptismo, exotismo. Hasta la prosa de Castelar llega el tratamiento barroco de la prosa como llegaba el de la poesía. Pero don Juan Valera es el primero que zafándose de esas cuadriculaciones, crea la prosa de la sencillez y la sabiduría que vienen dictadas, antecediendo a Azorín, que va a ser la sencillez coloquial del castellano. Creo también que al honor de don Juan Valera debe recibir por esta función literaria tan importante, se une la gracia del pensamiento a medias humanístico y a medias liberal. Don Juan escribe perfectamente porque piensa con claridad, con independencia y con luz como la mejor Andalucía.

-Camilo José Cela: Entiendo que don Juan Valera, con Larra, es uno de los dos grandes españoles del siglo diecinueve y con Galdós uno de los dos grandes novelistas de aquel periodo. Su obra es hoy menos conocida de lo que se debiera, y sus comentaristas, en general no han sido demasiado sagaces en su interpretación. En su epistolario, que es quizás donde se guarece el Valera más personal y auténtico, nuestro hombre que era un bien pensante, muy curtido por Europa y no poco escéptico, se no muestra adornado de muy curiosos matices casi quevedescos, que muchos no han querido ver o, traicionando su espíritu, han preferido ocultarlo. Don Juan Valera era un “dandy” culto y como tal satirizó la sociedad de su tiempo. Su obra amén de sus indudables valores literarios, está cargada de un muy sutil entendimiento de la historia que le tocó vivir.

-Antonio Gala: Don Juan Valera siempre ha sido para mí, desde la época contemporánea, el cordobés más universal de todos, porque además lo fue casi por profesión por su calidad de diplomático, pero tenía todas las características más esenciales que en el cordobés se dan de una manera clarísima en la personalidad de Juan Valera y en su obra, pero sobre todo en la persona humana de don Juan Valera, en esa especie de habilidad y de perfección y de agudeza, se edifica todo él sobre dos características que me parece que son definitivas de todo buen cordobés: la austeridad y el desdén. Juan Valera era un gran desdeñoso de honores artificiales; él sabía que el éxito es una cosa que se cuelga uno al salir a la calle, pero que luego, cuando se queda uno sólo a crear tiene que quitárselo para trabajar más cómodamente; desdeñoso, además, para mantener su independencia interior y por otra parte, austero, austero, hasta en el idioma, porque no juega al acierto verbal, no juega a facilidad, sino que va directamente a la expresión. La austeridad en el idioma de Valera, que quizás sea un aspecto poco estudiado, tiene, precisamente por su gran preparación, por su enorme cultura, por su traducción de los clásicos, por su cultura como historiador, por su cultura como crítico de arte, es decir, que informó no sólo como creador él, sino como crítico de toda su época y de alguna forma la tiñó toda su época con su personalidad, por su amistas con otros escritores, por sus opiniones sobre los demás, por su opiniones sobre el gran público, sobre el auditorio, los espectadores, me parece una de las personas más influyentes del país y una de las mentes más claras de su momento.

-Carmen Llorca: He sido de siempre una admiradora de don Juan Valera, de tal manera que casi no puedo ser imparcial. Ha sido uno de los escritores que más he admirado, por su estilo, por su plasticismo, por su humor, por la belleza de expresión, la gran categoría intelectual que tenía, por sus conocimientos… siempre me ha entretenido muchísimo todo lo que él ha escrito y diré que las cartas suyas son un modelo, un auténtico modelo literario. Deberían estar en todas las antologías. Sus cartas desde Rusia, por ejemplo, son de una auténtica belleza.

-Carmen Bravo Villasante: A mí la obra de don Juan Valera me parece de una importancia extraordinaria y, como han dicho muchos críticos, le consideran como una “rara avis”, es un escritor excepcional en el siglo diecinueve y sobre todo es un adelantado del espíritu moderno. Su concepto de la novela es nuevo dentro del realismo exagerado y hasta de un naturalismo propio de corrientes del diecinueve; él se mantiene con un carácter exclusivo, individual, exquisito, refinado y por otra parte, también realista, y por ello me parece don Juan Valera un caso excepcional de finura, de penetración y de buen estilo dentro de la novela española.

-Un inciso joven, observo que estas personalidades literarias hablan sobre mí con verdadera pasión y simpatía, me emociona y simplemente solo puedo agradecerles con afecto y gratitud que hayan tenido a bien regalarme estas amables palabras.

-No podía ser menos don Juan, dado su prestigio literario. Hoy día tan especial, no le voy a cansar más, solo déjeme alzar esta copa aquí delante de su efigie. Copa de buen vino blanco de nuestra tierra y brindar por haber nacido en ella usted, nuestro tan ilustre paisano.

Y con mi copa en la mano y alta voz digo: Don Juan ha sido un placer, conversar con usted. Un sueño, una fantasía quizás, una invención pero sin duda toda una emoción que he disfrutado enormemente, he aprendido tanto de usted, que espero haber aportado a mis lectores no solo un entretenimiento sino también haberles recordado de una manera muy simplista, su vida, su obra, nada que no se haya escrito, pero reconstruida con nuestras charlas que solo son una entelequia, pero como usted diría, lo que le debemos al juego de la imaginación es incalculable y solo por ella y con ella podemos vivir, ensoñar, fantasear, y en este caso particular coexistir usted y yo. FELICIDADES, DON JUAN POR SU DOSCIENTOS ANIVERSARIO DE SU NACIMIENTO.

Sin más, aquí lo voy a dejar no sin antes reiterarle que perdone mi atrevimiento por haberle gravado con estas charlas, sin duda de ahora en adelante al caminar junto a su efigie en este maravilloso Parque Alcántara Romero permítame que le siga saludando, porque no podré pasar sin sentir la necesidad de elogiarle.

-Gracias. Pase cuando quiera joven, no me voy a mover de aquí. Ja,ja,ja.


Fin




Partida de Nacimiento de don Juan Valera


Partida de bautismo de don Juan Valera


Escudo de armas de Valera


Objetos personales de don Juan Valera

Cama de don Juan Valera



Bastón con escudo de plata
Sillón de don Juan Valera
Escribanía de bronce

                  Espadón de diplomático                                                          Reloj de bolsillo



                   Llave de Gentil-hombre                                                           Zueco-cenicero   


Cajita de rapé







Índice


Capítulo I: Enero/24
“Don Juan Valera, un donjuán hasta en su senectud”.

Capítulo II: Febrero/24
Don Juan Valera. En clave literaria

Capítulo III: Marzo/24
Don Juan, genio y figura

Capítulo IV: Abril/24
119 años de su fallecimiento. Reflexiones con don Juan
 
Capítulo V: Mayo/24
Ciento cincuenta años de la publicación de su primera novela “Pepita Jiménez”
 
Capítulo VI: Junio/24
Don Juan Valera, el más prolífico epistológrafo
 
Capítulo VII: Julio/24
“Su mayor orgullo, cuando le llamaban poeta”
 
Capítulo VIII: Agosto/24
¿Señorito andaluz?
 
Capítulo IX: Septiembre/24
Confesiones en confianza
 
Capítulo X: Octubre/24
Conmemoración CC aniversario de su nacimiento. Preguntas y opiniones
 


Bibliografía: 

Don Juan Valera. Wikipedia, la enciclopedia libre.

Don Juan Valera y la caracterización de Juanito Santa Cruz en Fortunata y Jacinta. Verno A. Chamberlin.

Don Juan Valera, hechos y circunstancias. Antonio Moreno Hurtado.

Don Juan Valera y su relación con las literaturas extranjeras. Antonio Moreno Hurtado.

Vida y obra de Juan Valera (1824-1905). José María Garrido Ortega.

Don Juan Valera. Bernardino de Pantorba.

CL aniversario del Nacimiento de don Juan Valera. Boletín Informativo Municipal Noviembre 1974.

 

 

Agradecimientos:

A Vicente Rodríguez León, por cederme las fotografías de la efigie de don Juan Valera.

A la Asociación Cabra en el Recuerdo por facilitarme la mayoría de las restantes fotos.

A José Fernández Álvarez, mi hermano, por la corrección de este libro.

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