QUIZÁS SEA MI EDAD (REFLEXIONES)

Quizás sea mi edad”, es una obra profundamente introspectiva, sincera y emocionalmente cruda. Es un mosaico de pensamientos, vivencias y confesiones, que fluyen entre la melancolía, la rabia contenida, la reflexión filosófica y la esperanza tenue. 

La locura y el estigma. Hay una reivindicación del pensamiento disidente, del dolor mental y emocional no comprendido por la sociedad.

La muerte como liberación. Hay belleza en cómo se habla de la muerte, pero también un alerta emocional fuerte. 

La infancia y sus heridas. Los recuerdos del rechazo, del sobrepeso, del bullying sutil de la niñez marcan una línea emocional profunda que parece resonar hasta el presente. 

El fracaso y la sociedad injusta. El texto muestra una mirada lúcida y dolida sobre el mundo, desde la crítica al capitalismo (precio de la medicina, el trabajo como esclavitud), hasta la denuncia del abandono

La escritura como tabla de salvación». Decía (Isak Dinesen). «Todas las penas pueden soportarse si las ponemos en una historia o contamos una historia sobre ellas».

Este texto es un acto terapéutico y vital. No se escribe para el mundo, sino para seguir respirando.

Con estos temas principales, el autor nos muestra una mente lúcida que ha conocido la oscuridad y que, en medio de sus heridas, no deja de pensar, de escribir, de sentir.

 

A golpe de recuerdos 

A golpe de recuerdos y trazos de mi pluma voy escribiendo pensamientos, ilusiones, opiniones y mi sentido de ver la vida. Testimonios reales, crudos y desgarradores, quizás la descripción de la trágica realidad que vivimos en estos comienzos del siglo XXI.

 

"A los locos no nos toman en serio".

—De niño decían: «Que tenía muchos pájaros en mi cabeza».

—De adulto me espetaban: «¿Acaso estás loco?».

Ahora en el atardecer de mi vida" se me va la cabeza". Sé que no es una sensación desagradable. Es el empuje que me ayuda a querer seguir viviendo.

 

Amor, amar 

Cuando tú estás en una relación, y el otro no es capaz de evitarte una migaja de sufrimiento es porque todo se ha acabado.

El amor no se mide por todo lo que seamos capaz de sacrificar el uno por el otro, sino por todo aquello que seamos capaz de disfrutar juntos

La ruptura de una pareja es el fracaso a la convivencia a partes iguales. 

 

Calor, sofoco

Calor, sofoco, tristeza, pesadumbre, no tengo sueño, no quiero dormir para despertarme, con más calor, más sofoco, más tristeza, más pesadumbre, más sueños. No quiero y debo dormir para soñar que duermo, que me vence el sueño, que mi pesadumbre se descarga, mi tristeza se desvanece, mi sofoco es un calor de entusiasmo y viveza. ¡Todo es sueño!, sueño despierto, no duermo, mi tristeza me produce sofoco y un calor aumenta en mi cuerpo, más la tristeza me trae pesadumbre, pero no sueño. Sueño que sueño y lo hago despierto. Calor, sofoco, tristeza, pesadumbre ¡no tengo sueño!, más me permito soñar despierto.

  

Como detener el tiempo

¿Cómo detener el tiempo?, si siempre nace un nuevo día tras el amanecer. Las manillas del reloj ves pasar, días y noches de una vida vacía. Busco otro camino, pero ya es tarde, me siento tan pequeño, triste y cansado. Sí, contarán mi historia por su mal final, pero ahora me falta valor aunque en mi camino solo hay espinas. Nadie me enseñó a vivir, y ahora caigo en la cuenta que mi peor enemigo soy yo mismo. Quizá un día la fortuna me haga sonreír.


¿Cuál es el secreto de la felicidad?

Atendiendo al razonamiento de muchos filósofos que han mantenido que la ignorancia es felicidad, solo imponiendo mi ego por encima de mis posibilidades consigo disponerme a escribir. ¿Escribir?, borronear, garabatear pensamientos, reflexiones y cavilaciones.

Escribo por el placer que me produce escribir. Hay quienes dicen que entre otros beneficios que nos reporta la escritura, unos exponen que se libera el estrés, otros opinan que se gana conciencia de nuestra realidad, se aprende más, se es más feliz. Yo me quedo con esta última valoración, porque si duda eso es lo que nos reporta felicidad hacer aquello que queremos. No, la felicidad no está en el éxito. También creo en contra de algunas opiniones que la felicidad no siempre conduce al éxito, este es tan etéreo tan intangible y tan personal que cada cual tiene el suyo.

Cierto es que una sociedad consumista el éxito solo se mide en términos que solo valoran lo obtenido desde un punto de vista de los beneficios económicos que se hayan obtenido.

Por ello dejando atrás la medida del éxito, y solo atendiendo al concepto de felicidad, ser feliz significa autorrealizarse. Según Aristóteles todos los hombres persiguen la felicidad y cada cual posee el secreto de su propia felicidad.

Llegado a este punto, siento que ya no tengo nada que decir, nada que contar, aquí sentado frente a este folio en blanco, en lo introspectivo mi soledad, me siento tan solo, me veo tan gris, que no puedo olvidarme que tengo ante mí, la puerta cerrada de mi talento, que se burla así de mí, preguntándome si ser ignorante nos hace más felices, o es el conocimiento el que tiene un punto perverso que nos malogra y nos sume en la desgracia. Sin embargo, muchos filósofos identifican la felicidad con sabiduría, y a lo peor tienen razón quienes opinan que son felices quienes no piensan nunca. Toda una controversia de opiniones que nos acercan o alejan del concepto de felicidad según la valoración personal de cada cual.

 

Dos millones de euros por la vida de un niño.

Un pequeño con una rara enfermedad "atrofia muscular espinal" necesita un medicamento que al parecer cuesta una exorbitante cantidad de dinero. "Dos millones de euros" y eso que es una sola dosis.

—¿Es posible tal disparate?

—¿Quién pueden disponer de tanto dinero?

—¿Qué se puede hacer cuando ves que un niño puede morir si en escasos tres meses no se le puede poner dicho medicamento?

¡Por Dios! Hablamos de una vida, y en este caso particular, de la vida de niño. Un niño de tan corta edad que ni es consiente aún del mundo que ha venido a vivir ¡si es que logra salir adelante!

Ya sabíamos que sin dinero cuesta la misma vida vivir, lo que no sabía es que sin dinero estés condenado a morir.

Ojalá la noticia tuviese un final feliz y que este fuese que se le ha suministrado esa dosis necesaria, bien por el propio laboratorio, bien por sanidad o por solidaridad de los que siempre estamos ahí cuando se nos requiere. Los ciudadanos.


Duda

Hoy me encuentro entre la contradicción de escribir, creyéndome que lo hago bien y el enfrentamiento a mi realidad, que me revela que detrás de mis mentiras, están las más absolutas de mis verdades.

En mi inquietud vuelven a mí fantasmas que creía haber superado, pero que claramente no he vencido, solo había aparcado creyéndome que tenía cosas más importantes en que pensar, ahora me aterra reconocer que he despertado de alguna manera desconocida a temores que quizás solo confirman que la magia solo dura mientras persiste el deseo.

Hoy me doy cuenta, estoy condenado a ver lo peor de mí mismo, mi tristeza y mi furia. Sé que es difícil crear un infierno más dramático que el que me empeño vivir cada día, pero de alguna manera no he tenido más remedio que aprender a vivir conmigo siendo como soy. Sé que todo está dentro de mí, quizás es mi forma de ser feliz. Dudando hasta de mí.

 

El trabajo te hará libre

Hoy me he levantado al amanecer. No, no tenía que ir a trabajar en realidad hace tiempo que no tengo trabajo.

Sentía que algo me oprimía el pecho. Me faltaba el aire.

Salí al balcón, respiré profundamente, tarde unos minutos en sentir el fresco que tan de mañana helaba mis pies y manos, temblaba de frío, pero en mi interior ardía por dentro.

Caí en la cuenta que lo que me faltaba era libertad.

 

En la hora de mi muerte

En la noche más oscura que jamás vi, solo pude sentir su respiración en mi nuca. No era la primera vez, y tenía la seguridad de que era él. Pero, al igual que la primera vez que lo sentí, tuve miedo. Un miedo que me atenazaba. Sabía que mi hora estaba próxima.

Lentamente, mi enfermedad me estaba matando. Me habían pronosticado unos tres meses de vida, y ya había sobrepasado con creces esa fecha. Si me aferraba a seguir luchando era porque aún era joven, muy joven, y, en el fondo, pensaba que, con un poco de suerte, podría sobrevivir al cáncer que, de momento, parecía ganarme la partida.

Me volví para hablarle:

—Ya no te tengo miedo. Llevas mucho tiempo viniendo a visitarme. Sé que solo eres un fantasma… Sí, no sé por qué, pero, desde la primera vez que te vi, ya nunca me has abandonado.

A estas altura de mi vida, ya no me das miedo. Suelo sobresaltarme, eso sí, sobre todo cuando me levanto al servicio de madrugada y, para no hacer ruido ni molestar, no enciendo ninguna luz. Tu blanco resplandor me permite ver suficiente en la oscuridad de la casa.

Desde aquel día en que, en un alarde de valentía, te hablé, a veces te hablo. Cierto es que nunca he obtenido respuesta. Supongo que, si alguna vez contestaras, igual saldría corriendo. Pero me siento reconfortado cuando te digo:

—Supongo que no todos tenemos un fantasma en casa. Si tú estás aquí, será porque me has tomado cariño.

Yo no me asusto, y tú me aprecias, porque, quizá, fuiste alguien en mi pasada o futura vida.

Hoy se me ha erizado el vello y siento hasta convulsionarme… No te temo a ti, porque ahora sé que has venido para acompañarme en mi transición a la muerte. Sé que ha llegado mi hora. Nunca está uno preparado para esto, pero ¿qué se le va a hacer? Demorar más mi partida solo es más sufrimiento.

Sé que no me abandonarás, porque ahora sé quién eres. Lo suponía… Por fin volvemos a estar juntos.

Llévame de tu mano, como cuando era pequeño. Sé que la muerte, al fin y al cabo, es el final feliz.

 

Escribir 

De aquellos comienzos inciertos, de aquellos miedos que te atenazan, de aquellas barreras que tú mismo creas, hasta que llega el momento que vas saltando vallas. Relees tus lecturas y te avergüenzas, más esos comienzos te convierten en lo que hoy eres. Y aunque como en mi caso no sea un autor de éxito, ni casi autor. Solo diré que la felicidad es el momento y aunque esta suele ser breve, para mí es permanente, puesto que he aprendido que ser feliz es hacer aquello que me gusta, y a mí me gusta contar historias, con más o menos fortuna. Sé que el éxito suele ser efímero.

 

¿Estoy muerto? 

No, pensaba. Todavía razonaba. Recordaba lo que había hecho durante el día. Incluso el deseo de sentirme así. Bueno… así no. No quería razonar. Pero seguía siendo capaz, y eso bastaba para entender que la vida es un lento morir. Cada día, cada hora, cada minuto.

No morimos el día que lo escriben en la esquela. Morimos desde siempre.

Quería comprender lo que se me revelaba, pero en mi ofuscación solo intuía que, si despertaba, todo volvería: la tristeza, la pesadumbre.

Entonces comprendí algo cruel: lo que nos hace sufrir no es lo que somos, ni lo que digan de nosotros. Es lo que creemos ser. Esa imagen borrosa, creada desde dentro, muchas veces alejada de la verdad.

Mis pensamientos seguían en desorden, como un galimatías que no podía ordenar. Vinieron recuerdos. Algunos dolían. Otros rescaté desde el fondo del olvido. Surgió entonces una pregunta, punzante:

¿Quién soy yo? ¿Por qué me he convertido en esto?

Ni yo mismo me reconozco.

Las preguntas se repetían sin cesar. Volvieron los viejos fantasmas. Creía haberlos vencido, pero solo los había postergado. Me había engañado pensando que tenía asuntos más importantes. Ahora sé que no. Había despertado —no sé cómo— a miedos que confirmaban algo que no quería aceptar: La magia solo existe mientras persiste el deseo.

Y entonces lo vi claro.

Estoy condenado a ver lo peor de mí: mi tristeza, mi furia, mi sombra. He construido un infierno dramático en el que me empeño en vivir. Pero no me queda más remedio que aprender a convivir conmigo, tal como soy.

Sé que todo está dentro de mí.

Quizás —¡qué contradicción!— sea esa mi manera de ser feliz.

Si me enfrento a mi verdad, descubro que detrás de mis mentiras se ocultan las verdades más profundas.

 

He despertado de madrugada

He despertado de madrugada, las cuatro serían, sentí que se me escapaba la vida, la parca tras de mí corría, salté de mi cama, me dirigí a mi despacho mientras un libro cogía, sentí que se me escapaba la vida, hice como que leía, me senté en mi sillón esperé su venida, han pasado ocho horas ¿se habrá dado por vencida?

—Te esperé la vida entera, te diré cuándo por mí vengas—, sé que más allá de la muerte, vida después de vida la vida me espera, que la mala hora, nada la detenga, estoy contento con mi familia, con mis amigos, con mis acreedores y porque no hasta con mi recaudador de impuestos. La hoja roja de mi vida aún no he arrancado todavía, aunque por los años que ya voy contando sé que poco va quedando.

No creas lector que esto un monólogo resignado, es una arenga a lo que estoy pasando.

Trágame tierra cuando el féretro estén bajando, despedirme de familiares y allegados, que con premeditación y alevosía habré dejado.

 

He envejecido

He envejecido, tanto que no me reconozco, he sufrido los cambios físicos así como psicológicos y sociales de una manera brutal.

No me importa que mi barba ni el poco pelo de mi cabeza sea un color más blanco. No creo que los cambios psicológicos puedan afectarme más de lo que ya me afectaba mi propio, yo, el cual siempre ha estado en conflicto con mi ello.

Pero lo que sí me ha herido de muerte son los cambios sociales. Estos ocurren por la evolución de la sociedad y de las personas, pero una vez más somos las personas las que acabamos echando a todo a perder.

—¿Acaso no vamos a peor?

—¿Qué fueron de nuestros valores?

—¿Por qué una malentendida libertad, ha dado paso al libertinaje?

He envejecido, quizás no he madurado, solo me siento un corazón solitario, con una carga de penas, que se pregunta a dónde va.


Jugar siempre es perder

Renunciando a su sentido común y a mínimo de inteligencia en su vida, se dejó arrastrar hasta el salón de juego, donde pasó toda la tarde y bien entrada de la noche. Solo cuando en su mano le quedaba un último euro se percató de su locura, ya era tarde, introdujo la moneda en la ranura, golpeó el pulsador con rabia para iniciar la partida, las líneas de combinaciones giraban rápidamente, de sus ojos irritados por todo el tiempo que llevaba frente a las luces multicolores de la máquina tragaperras, brotaron lágrimas que no podía reprimir y máxime cuando esta cantó incesante el premio especial. Jackpot 2395 €.

Había jugado mil quinientos euros, podía estar satisfecho dado que la cuenta de resultados le era favorable aunque pensó cuanto había perdido de mesura.

Eran la cuatro de la mañana cuando volvía a casa, cansado, exhausto. Feliz por el resultado económico, pero destrozado y angustiado por ese impulso interior que le afligía la conciencia retornando su sentido común. Y mi escasa inteligencia. —Pensó—.

Sintió un pinchazo en su costado izquierdo, giró su cabeza y vio la cara fea y la boca desdentada de quien le amenazaba con atracarle, quiso defenderse, pero solo consiguió que este hundiera el cuchillo en su costado atravesando ahora sí, no solo la piel, sino que la puñalada afectó a su riñón, cayó desplomado al suelo. El sujeto que le agredió se agachó junto a él palpó sus bolsillos, extrajo la cartera del bolsillo interior de su chaqueta y se alejó corriendo.

La hemorragia abundante que sufría le llevó a sufrir un shock que le produjo la muerte. No si antes pensar que: jugar invariablemente siempre es perder.

 

La herencia 

Durante toda una vida, construisteis, conservasteis y cuidasteis la que había sido vuestra casa, vuestro hogar, sé que os costó mucho sudor y muchas lágrimas. Sacrificasteis tantas cosas que podíais haber disfrutado, gastando vuestro dinero. ¿Y ahora qué?                                                                      

La herencia dejaría división, enemistad y problemas entre nosotros, vuestros hijos. Padre y madre, no, no les estoy echando la culpa de ello. Somos nosotros los hermanos los que nos hemos convertido en alimañas capaces de pelear por algo que ahora estoy seguro de que no nos merecemos.


La vida

Me preguntaron ¿Qué es para ti la vida? y sin dudarlo respondí:

La vida es una espiral de sueños que día a día nos aleja de nuestras ilusiones, para enfrentarnos a nuestra realidad.

 

Los miedos

Ya estoy dispuesto a enfrentarme a mi pasado, creo haber superado todos mis miedos y sé que aunque me haga daño debo conocer toda la verdad de los hechos que acaecieron siendo yo un niño. He dejado pasar mucho tiempo hasta llegar al día de hoy para bucear en lo acaecido cuando era un adolescente inestable emocionalmente, pero sin duda daba muestras de no ser irresponsable, ni conflictivo, ni inculto, ni mucho menos perezoso. Los estereotipos que nos son achacables en esa etapa no podrían achacárseme. Sin embargo la inestabilidad emocional marcaría no solo esta etapa de mi vida, sino que dejaría para siempre una huella indeleble que no parece desvanecerse del todo y aflora en el atardecer de mi vida, golpeándome con los sueños rotos que evidencian la aciaga existencia de mi realidad, alejada de aquellas ilusiones que había puesto como meta conseguir y que el tiempo solo ha ido alejándome de poder alcanzarlas y mostrándome una traumática vida que no está exenta de obstáculos, pero que en mi caso se propagaban como los hongos.

No fui un niño enfermizo, más bien podría decirse todo lo contrario robusto. Hoy me hubieran diagnosticado con sobrepeso, esto supondría un complejo que arrastraría de por vida y que me alejó de la práctica de muchos de los deportes que realizábamos en la calle al ser rechazado por mis compañeros de juego. El fútbol es el deporte más popular de mundo y en nuestra infancia en los años setenta jugábamos en la vía pública. Bueno jugaban mis compañeros de clase, o vecinos de la calle yo solo hacía de recoge pelotas cuando el balón al ser golpeado superaba la zona que se había delimitado como campo de juego.

Sí, claro que jugué, pero no sabría decir cuando me hacía más daño, si cuando jugaba o cuando era rechazado dado que éramos muchos más de los necesarios para poder formar un equipo. Cuando jugaba era evidente que faltaban jugadores, así que se recurría a los que hubiera por supuesto se daba por hecho que solo podías hacerlo de portero. Si no jugaba quedaba claro que había elementos para formar un equipo y tú solo podías ir a por los balones que salían fueran del improvisado campo de fútbol callejero.

Esta dicotomía marcaría desde mi infancia mi personalidad emocional, y por supuesto mi manera de entender las relaciones con aquellos que eran mis compañeros, vecinos o amigos. Solo sirves si nos eres útil mínimamente y dejas de interesarnos cuando estamos sobrados de jugadores.

Ya pueden ir formándose una idea de mi personalidad, haciéndome ver desde niño que la vida es una espiral de sueños que día a día me alejaba de mis ilusiones para enfrentarme a mi triste realidad.

 

Los sueños

Soñar despierto es lo único con lo que contaba para no hundirme en la ciénaga de aquellos pensamientos que me empujaban al abismo de un suicidio deseado, buscado, pero que en el último momento abortaba rompiéndome en un llanto silencioso que más tarde daba paso a una calma de mi espíritu que aunque fingida, ya que no borraba el daño que había sufrido si al menos alejaba aquellas meditaciones que anulaban mi voluntad y a veces conseguía que pasase bastante más de un minuto conteniendo la respiración, como método para acabar con mi vida, ciertamente los recursos en esa edad eran tan escasos como mi inteligencia por hallar otros o que realmente solo pretendía infligirme un daño añadiendo más sufrimiento al que ya tenía.

 

Me he puesto las gafas de mirar de lejos

Me he puesto las gafas de mirar de lejos, he echado la vista atrás y no me reconozco, miro hacia delante y me da vértigo el futuro. Las he destrozado y las he arrojado al cubo de la basura. Me he colocado las de mirar de cerca, me da miedo, pero he decidido solo vivir el presente. El pasado ya fue, el futuro ya vendrá y el presente es ahora. Y ahora solo tengo que vivir sin que mi pasado sea un lastre y mi futuro una carga que me amargue mi existencia.

 

Me preguntaron 

Me preguntaron ¿por qué escribo?, reflexioné y dije: Porque me ahogan las palabras que quiero decir y no digo, porque escribo mejor hablo, porque no pienso cuando escribo, solo me dejo llevar por mis sentimientos.

Escribo, porque la vida me va en ello, escribo que escribo, y sueño que escribo cuando escribo. Es un deseo tan de dentro, que si no escribo siento que muero.

 

Negahólicos 

Aquellos que solo están predispuestos para resaltar lo negativo, seguramente debieran hacérselo mirar no vaya a resultar que sean negahólicos

 

Quizás sea mi edad.

Quizás sea eso lo que me autoriza a decir lo que pienso sin cortapisas ni limitaciones. O tal vez esté loco, casi loco... y sé que a los locos no nos toman en serio. Repetía, una y otra vez, que la muerte es el final feliz. Pero la muerte —esa vieja traicionera— siempre guarda sorpresas. A veces llega sin avisar. A veces la esperamos tanto que nos volvemos su sombra, ansiando su llegada.

Yo estaba allí, inmerso en estas reflexiones, cansado de vivir, agobiado, incluso deseando que todo terminase.

“Quiero morirme, si es posible. Quiero morirme, si es posible”, repetía en mi mente cada día.

No viene al caso por qué me había abandonado. Quizás era porque la vida, es una espiral de sueños que día a día nos aleja de nuestras ilusiones para enfrentarnos a nuestra realidad, Quizás porque cuanto más te esfuerzas, más difícil parece alcanzar la felicidad.

Los pilares que sostienen nuestra vida se desmoronan con el tiempo. Todo depende del valor que les demos. Dicen algunos psicólogos que existen quince pilares básicos de la felicidad: salud, autoestima, metas, dinero, trabajo, juego, aprendizaje, creatividad, ayuda a los demás, amor, hijos, familia, hogar, vecindario, comunidad. Nosotros solemos reducirlo todo a tres: salud, dinero y amor.

¡Ay, el amor!

Tantas veces raíz de nuestras penas. Según hacia quién lo proyectamos —pareja, hijos, familia, amigos— su impacto varía, pero nunca deja de doler.

En la pareja, por ejemplo, el amor puede ser una gran mentira. De jóvenes es pasión y sexo. Con el tiempo, si hay suerte, se transforma en ternura y cariño. Pero si esa evolución no ocurre, si de la pasión no se pasa al afecto sincero, el vínculo se desgasta hasta romperse… y lo que fue amor, se convierte en rencor.

En la familia, con los hijos, con los amigos, ocurre algo más frío: el mundo se ha vuelto individualista. Solo recordamos a los otros cuando los necesitamos. Después, ya no están. Ni siquiera en el pensamiento.

El trabajo debería ser una vía de realización, una forma de alcanzar deseos

¡Ay, el trabajo!

¿Cuántos padecemos el desempleo? Muchos no habríamos tenido problemas si no fuera por aquella crisis —económica, sanitaria, da igual— que arrasó con todo. Pero, en el caos, siempre pagamos los mismos.

Y la salud... ¿No es acaso un eco de todo lo anterior?

La llaman equilibrio, bienestar. Pero también existe eso que decimos casi con temor: “Murió de pena”. Y entonces todo se explica.

¿Dónde iba...? Ah, sí. Esta cabeza mía.

Canturreaba para mí: “Quiero morirme, si es posible. Quiero morirme...”. Cerré los ojos. La luz de las farolas se colaba en la habitación, dibujando sombras en la penumbra. La oscuridad no era total, pero sí suficiente. Quise dormirme. No pude.

Poco a poco, como en un pasillo infinito, las luces iban apagándose en mi mente. La negrura se hizo presente. Me sentí perdido. Percibí el miedo.

Intenté abrir los ojos. Nada. Quise mover la mano, alcanzar el interruptor de la lámpara. No podía. No lograba gritar, aunque mi cerebro daba todas las órdenes.

 

Trastornado 

Sara apagó la televisión. Javier volvió a encenderla. Esta cortó la corriente de la casa, pulsando el interruptor general automático. Ahora ella era quien sacaba adelante la casa con su trabajo.

Javier, su marido llevaba cinco años en paro y para ella era un mantenido, así se lo hacía ver a diario. Indicio inequívoco de su frustración al casarse con él.

Cuando este se arrojó desde su balcón de un sexto piso solo pensó que él era un fracasado. Y que por su causa su mujer tenía que trabajar.

 

Triste realidad 

He cerrado los ojos de ver, lo que veía no me gustaba y nada podía cambiar, veo con los ojos mirar y aunque de soslayo paso la mirada no puedo por menos que reprobar lo que miro: (injusticias, egoísmos, maldades, falsedades) todo es igual, mire o vea daño me hará. Quiero cerrar mis ojos para no abrirlos más. He replegado mis brazos sobre mi abatido cuerpo derrumbado hundido. No puedo volar mi pesadumbre es tal que, aunque alas tuviera el vuelo no podría remontar.

 

Trocitos de mí 

"Trocitos de mí". Hoy sé que soy la suma de todo aquello que en el pasado fui. He borrado tantos recuerdos que me hicieron daño, he recordado tantos otros que había olvidado por mi inconsciencia, he rebuscado en mi interior, y no he logrado encontrarme. Pienso que no soy quien dicen que soy, estoy seguro de que no soy el que debería ser y lo peor de todo es que ni yo mismo me reconozco.

¿Por qué me he convertido en lo que soy? Me absorbo en mis pensamientos, me escucho, me hablo, camino por mi camino. Con mis tristezas y mis alegrías, según la realidad de cada día.

 

Una vida larga no es signo de felicidad

Tienes razón hija, pero en una vida tan larga como la de este viejo que ves, puedes tener por seguro que las cosas buenas no son tantas y en la vida las cosas malas cuestan mucho olvidarlas por eso siempre andamos quejándonos de la vida. Si a lo largo de nuestra vida apuntáramos todos y cada uno de los tiempos de los momentos en los que fuimos felices estoy seguro de que solo supondría escasamente días, semanas quizás, y fíjate no esforzamos en llegar a los ochenta años de vida, longevos y jóvenes al mismo tiempo ¡qué contradicción!

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