Mentiras
Arrojó al interior del contenedor, la bolsa de basura y el maletín que había hallado con los dos libros. Cogió el dosier que se llevó a casa. Durante toda la noche, estuvo leyéndolo era una novela que parecía ser muy aceptable. A lo largo de la semana siguiente en su despacho copió todo el contenido del mismo en un archivo Word, cambió los nombres de todos los personajes. Imprimió los ciento cincuenta folios que componían el relato, introdujo los mismos en un sobre acolchado, puso las señas de la editorial a la cual solía enviar sus obras, pues él era un escritor de escaso éxito, pero que ya había publicado. Enviaría ésta obra haciéndola pasar por suya. Cuando hubo acabado, llamó a una agencia para que viniesen a recoger el paquete.
Esperó hasta que el mensajero llegó para recoger el encargo, aunque
hacía más de media hora que había acabado su jornada laboral. Eran las 15:30
horas del jueves día doce de junio del 2019.
Salió de su oficina, el calor sofocante de la tarde le obligó a desaflojarse el nudo de la corbata y quitarse la chaqueta. Se sentía contento, la obra que había mandado era sin duda de una calidad notable, por supuesto no pensó que nadie podría descubrir que él no era el autor.
La mañana del lunes 30, Rafael Ramos, editor, hablaba con su
compañero Marcos Reyes sobre la obra que habían recibido de Juan Ruiz.
-La obra es genial, es mucho mejor que todo lo que nos ha enviado hasta ahora, podría decirse que no es de él, tiene muchos giros, muchos personajes, el contexto de la obra está bien situado, la tesis que aborda, todo. Sin duda parece que ha tocado la flauta. Preparé un contrato y se lo enviaremos hoy mismo por email. Si está conforme podemos presentar Esta obra en la feria internacional del libro “Liber”.
-No debieras precipitarte, ¿no es extraño que haya tardado tan poco tiempo en enviarnos otra obra? El pasado mes recibimos la que nos había prometido para la feria, era tan insulsa como todas las demás y de pronto parece que el don del que carece hubiese llamado a su ingenio y nos presenta una obra que a mi parecer es un pelotazo.
-¿Qué es lo que no ves claro?
¿Puede alguien como él con tan escaso talento, escribir algo tan elaborado? No es una evolución en su trabajo, es un giro inesperado con un final imprevisible. Definitivamente apostaría que es de otro autor. La redacción, la forma de contarlo, la soltura en la palabra y sorprendentemente llena de vocablos y algunos ya en desuso. Intelectualmente dudo que sea suya.
-La obra es interesante y nosotros andamos necesitados de vender ejemplares, como no demos pronto con un filón tendremos que cerrar este proyecto, llevamos dos años que no tenemos apenas beneficios. Esta novela estoy seguro nos dará el éxito que andamos buscando.
-Está bien pero nosotros debemos quedar al margen de los métodos que haya empleado para Esta obra. Debemos quedar liberados de toda responsabilidad si ha plagiado, copiado o utilizado toda o una parte de otro escritor. Haremos una tirada de 1000 ejemplares, publicitaremos en prensa y radio y nos aseguraremos de estar en esa importante feria y a ser posible en la de Guadalajara.
-No es una novela simplemente para editar, ¿por qué piensas que no la ha presentado a alguno de los grandes premios literarios de España?
-No le des más vueltas tendrá sus motivos, nos debía una novela así, toda su obra anterior no ha hecho nada más que acarrearnos pérdidas. Se sentiría obligado a compensarnos si es que es consciente de la calidad de ésta.
-En el fondo me estás dando la razón con ese comentario, le viene tan grande esta historia, que o no se ha dado cuenta o simplemente no es suya. La ha mandado sin ningún tipo de elogios, con una modestia inusual, cuando las anteriores pésimas, las vendía como si fuesen la fórmula de la Coca-Cola. El título parece una premonición, “Mentiras”, es tan cabal que parece querer decirnos algo.
-Dejemos que Lola y María decidan sobre su publicación o no, en el fondo ellas son las que ponen el dinero. Desde que las convenciéramos en iniciar esta aventura, confían en nosotros, pero empiezan a dudar de nuestra competencia para este negocio. Creo que solo porque ellas son hermanas y nosotros sus maridos nos aguantan nuestros descalabros.
Dos días más tarde Lola y María habían leído la novela, ambas
estaban dispuestas a apostar, no solo por la publicación, sino por la difusión
en todos los medios posibles. Se fiaban de la intuición de sus maridos e
incluso tuvieron en cuenta los recelos de Marcos, pero el negocio se iba al
garete si no conseguían al menos el reconocimiento de haber lanzado una obra de
gran difusión y a un autor que pudiera estar entre los grandes, y ésta novela
parecía hallarse a un buen nivel.
Desbordó todas las previsiones y la obra fue un éxito, tanto en ventas como en crítica literaria. Cineastas de prestigio estaban interesados en llevar la novela al cine, e incluso todo el mundo le animaba al autor a continuar una segunda parte. Por su puesto Juan daba todo tipo de excusas para evitar el compromiso de una segunda parte, solo él sabía que no era su trabajo, y que aun partiendo de ahí no estaba a la altura. Una segunda parte sería el fiasco que descubriría la verdad.
Su principal excusa era estar ocupado, desbordado por la difusión de la novela, entrevistas, presentaciones y firma de libros, invitaciones a actos culturales y toda la parafernalia que le había surgido al ser el autor más leído, y ser el libro más vendido en el último año, alcanzando una cifra récord.
Había transcurrido algo más de año desde que sufrió el accidente. Por fortuna había salido del coma en que había estado sumido durante once meses, permaneció un par de meses más en observación y rehabilitación para conseguir tono y masa muscular. No recordaba nada de su pasado. ¿Quién era? ¿Quién fue? Lo poco que sabía de él lo conoció por los doctores que le atendían. Ni su nombre le resultaba familiar, Juan José de la Torre Santiago. Dos días después del accidente, una mujer había llegado al hospital para interesarse por su estado. Aparentaba tener unos treinta y cinco años, de aspecto bien cuidado, parecía nerviosa ya que no paraba de morderse las uñas mientras le comunicaban que su ex marido había sido arrollado por un coche que se había dado a la fuga y éste estaba en estado crítico. A ella solo le preocupaba saber si podían entregarle un maletín que llevaba su marido cuando fue atropellado.
La policía descartó que ella tuviera algo que ver con el accidente. Ya que se pudo identificar por una cámara de vía pública el vehículo causante del siniestro, siendo su propietario, quien bajo los efectos del alcohol el que causara el hecho. Liberada de toda responsabilidad y conociendo que al menos el Consorcio de compensación de seguros cubriría los gastos de hospitalización, con él solo le ataba un pasado en el que habían vivido dos años de matrimonio, de mentiras, de engaños, de conveniencia. Dos meses antes habían firmado su divorcio. Ella se marchaba a Alemania con su nuevo marido.
La tarde que fue atropellado, pensaba no en su ruina económica a la que por manipulación de su socio y con el beneplácito de su mujer se vería abocado. Ni tan siquiera al posible calvario judicial por una supuesta estafa que ellos habían urdido pero que él parecía el único responsable. Lo que de verdad le sorbía el seso era no comprender tanta maldad en aquella mujer de la que hacía unos tres años se había enamorado. Sus padres se opusieron siempre a que se casase con ella. Es verdad que eran muy mayores, celosos del patrimonio que habían amasado y desde el principio vieron en Ana una mujer poco creíble, una farsa representación carnal de la mentira.
Ahora veía extraño, la muerte de ellos en un accidente de tráfico no esclarecido. La apertura del testamento donde la mitad de las acciones de la empresa eran para ella. En principio pensó que arrepentidos de sus desaires y comprendiendo que no podían separarlos pudieron pensar que haciendo eso evitaban alguna discusión de la pareja. Pero todo ahora resultaba una mentira.
Mentiras, todo mentiras. Había acabado de escribir una novela, era
todo lo que le quedaba ya en este mundo a lo que aferrarse, un sueño que
siempre alimentó y que los acontecimientos de estos últimos meses de su vida
habían puesto en bandeja. Escribir era lo que le mantenía vivo, y que lo que
daba sentido a su vida. Por supuesto, estas reflexiones podrían ser el prólogo
que escribiría en cuanto llegase a la pensión que andaba buscando. No tenía
nada, solo un viejo maletín que llevaba en su mano izquierda, la ropa que
llevaba puesta y una tarjeta money de la Caixa con unos dos mil euros
aproximadamente. Comenzaría de cero.
El fuerte golpe, le hizo salir despedido unos veinte metros, el maletín que llevaba en su mano rebotó contra un árbol de la calzada y voló quedando en el suelo próximo a un contenedor de basura. La luz cegadora que vio venir hacia él, le sumió en una oscuridad de la que quince meses más tarde solo quedaban tinieblas, miedos y extraños presentimientos de quien sabe sin saber quién es, si buscar quien fue o dejarlo estar, porque su soledad le hacía presagiar que igual su pasado fue más oscuro que el presente tan negro que se le presentaba.
La inspectora de policía Sara Montes, había llevado el caso. Descartada la implicación de su mujer le sorprendió que ésta se marchara a Alemania y se desentendiese de aquel hombre que había sido su marido y yacía inconsciente y solo en la cama de un hospital público. Como para aliviar su conciencia le dio un sobre con seis mil euros para entregárselos en caso de que despertarse del coma, y de no ser así para gastos del sepelio. Sólo añadió que no quería saber nada de él y que él no debía saber nada del paradero de ella.
Investigó todo lo que le fue posible, muchas sospechas pero poca certeza. Dos años casada con un hombre rico, a la muerte de los padres de él, ella hereda el 50% de las acciones de la empresa que poseen sus suegros, unos meses más tarde la empresa pasa a ser del amigo y socio de su marido. Este acusado de estafa para no perjudicar la actividad de la empresa cede las acciones suyas a su amigo. Dos meses antes del infortunado accidente ha firmado los papeles del divorcio. Su ex mujer se va del país y lo hace con el socio del marido, ambos han obtenido una fortuna vendiendo la empresa.
El tipo que yacía en la cama del hospital, estaba en la ruina.
Cuando despertó del coma y se evidenció su pérdida de memoria, la inspectora se
prometió a si misma que haría lo posible por ayudar a ese hombre. Tenía claro
que se habían urdido tantas mentiras sobre él que habían acabado por quitarle
su empresa, su casa, todos sus bienes. Para cuando salió a luz que la estafa de
la que se le acusaba y que fue el punto de inflexión que le llevó a perderlo
todo, ésta había sido una mentira, un montaje en la que él había sido la
víctima, ya estaba perdido, sin pasado no recordando, no sabiendo quien fue. Al
menos su honestidad le fue restituida. Todo lo demás se lo habían arrebatado.
Hasta sus recuerdos.
Las personas hacen el mal a sabiendas por un acto libre de voluntad o quizás están habilitadas por una fuerza externa pensaba Sara. Pero el mal y su instinto profesional así se lo indicaba, lo habrían obrado la mujer y su socio, pero la fortuna se había aliado con ellos para que hasta ahora se vieran liberados de toda sospecha.
Ella lo acompañó al pequeño apartamento que le había alquilado próximo a la oficina de seguros de unos amigos donde le había conseguido un trabajo por horas de contable. No era mucho pero al menos podría ir cubriendo gastos. Él hablaba de sus sentimientos sus emociones y ella le escuchaba sorprendida por sus razonamientos.
-Tengo tanto miedo de conocer lo que podido ser y haber hecho en esta vida que he borrado mi mente, no quiero bucear en el fondo de mis tinieblas, pienso que soy yo quien ha decidido morir a mi vida pasada. Es preciso comenzar de nuevo. Me contemplo como a través de un espejo en una extraña connivencia. Me reconozco como un hombre reservado, desconfiado un poco misántropo, no podría decir si siempre fui así. No recuerdo nada de mi pasado.
-Dos meses después de haber salido del hospital de recorrer diariamente las calles del mismo barrio donde estaba su vivienda, y el despacho al que acudía a trabajar fue cuando su instinto le llevó a indagar en su pasado.
Cogió un taxi. Tras treinta minutos de recorrido se bajó del mismo. Caminó y anduvo por un elegante barrio de urbanizaciones valladas que dejaban ver pistas para jugar al tenis, piscinas y lujosos vehículos aparcados en zonas habilitadas para ello. En su mente flash de imágenes le mostraban a él un mundo que reconocía haber vivido. Quería, pero se debatía si seguir, si dejarse llevar por esos destellos de un pasado que solo de él dependía si quería revivir.
Golpeó su cabeza con la palma de su mano derecha, en un gesto de desaprobación. No, no quería bucear en su pasado.
Continuó su camino por una larga avenida donde descubrió elegantes escaparates de ropa de marca, joyerías, artículos de regalo, y paró frente al escaparate de una librería muy concurrida. Un enorme cartel anunciaba la firma de libros por el autor, un best seller que estaba en su doceava edición. Miró la foto del autor y por más que leyó el nombre no conseguía recordarlo, pero al dirigir su mirada a la portada del libro, un flash en su mente le hizo tambalearse y susurró: no es posible.
El tipo de letra sombreada, el contorno en verde menta, el color rojo cereza rellenando las letras, era el mismo que se había proyectado en su mente en un folio din A4, en una mesa de un despacho que le resultaba muy familiar, junto a una impresora de inyección que imprimía un montón de folios a dos caras a una velocidad endiablada.
Se sintió mareado, y no cayó al suelo porque un viajante de comercio
que salía de la librería se percató de la palidez de la cara del individuo que
miraba fijamente el cartel, y le sostuvo hasta ayudarlo a sentarse en una silla
que rápidamente había pedido, y un joven dependiente sacó al momento.
No quiso que se llamase al servicio médico de urgencias, dio el teléfono de Sara para que le avisarán y viniera a recogerlo de todos modos él no sabía dónde estaba.
¿Cómo te has alejado tanto del barrio donde vives sin avisarme?, te dije que podías contar conmigo ¿qué te ha pasado?
Contó sus flashes pero no hizo ninguna observación especial, solo dijo: quiero comprar ese libro.
Por cada frase o párrafo que leía su mente le proporcionaba en flash imágenes de un pasado que poco a poco iba identificado. Sí, era su vida, eran los acontecimientos vividos el último año, antes del accidente, los que le habían abocado a una decadencia elaborada por una mujer a la que había amado y un amigo, que a la postre le habían traicionado y que le habían arrebatado todo.
Cuando cerró el libro era consciente de que había conectado con su pasado, él no tenía nada que reprocharse de su vida anterior. Había recobrado la memoria y ahora el dolor que sentía en su alma era inmenso, las mentiras que habían urdido aquellos en quien confiaba le había llevado en su desesperación a contarlo en forma de novela. Un sueño que siempre tuvo escribir, y al que dio rienda cuando todos sus sueños se hicieron añicos. Llamó a Sara. Esperó hasta cinco tonos. Cuando estaba a punto de colgar oyó la voz de la joven inspectora.
-¡Dígame!
-Sara, ¿ya estás despierta?
-Por Dios son las seis de la mañana, ¿crees que estaba esperando tu llamada? dijo con cierta ironía.
-Lo siento, lo siento, no me había dado cuenta, desde que llegué
ayer a casa no he dejado de leer el libro
-¿Y?, sí, sé que es un best seller pero yo no soy crítico literario dijo pareciendo malhumorada.
-No, perdona, de verdad que lo siento, es muy importante para mí. He recobrado la memoria. Este libro lo he escrito yo.
-¿Cómo? ¿Qué dices? ¿Te encuentras bien? No te muevas de ahí tardo treinta minutos en llegar.
Contó a Sara todo. Su memoria se había recuperado e incluso el libro señalaba las pruebas que podrían incriminar a su exmujer y su amigo de toda la trama urdida contra él. Necesitaría los documentos necesarios para inculparlos, aunque ya poco importaba su pasado.
Ahora su principal objetivo estaba en desenmascarar a ese falso escritor que con una mentira también se había aprovechado de él, y de lo único que verdaderamente era suyo, no solo por ser su vida la que se describía en la novela, sino porque hasta sus sueños aquellos a los que se había aferrado cuando estaba perdido le habían arrebatado.
Por desgracia solo había que encontrar una tarjeta de memoria que él tenía en su poder el día que fue atropellado. Era como encontrar una aguja en un pajar. Como adivinando sus pensamientos, Sara le cogió de las manos y mirándole a los ojos, le dijo no te dejaré solo, ahora que has vuelto a reencontrarte.